El favorito del sultán.

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A la mañana siguiente la misma pesada mano estaba sacudiendo su cuerpo, Xie Lian despertó abruptamente y se topó con la mirada intensa de Luo Binghe.

— Ya es hora de desayunar, vendrás conmigo.

Esta vez el sueño era auténtico, pero Xie Lian, tambaleándose de confusión, se preparó para salir. Luo Binghe lo ayudó a vestirse y a peinarse para no que demorara más de lo debido. Luego salieron de la habitación y caminaron por varios pasillos, cada sirviente enmascarado con el que se encontraban les reverenciaba, Xie Lian devolvía el saludo con otra reverencia. Los sirvientes se sorprendían y murmuraban cosas, Luo Binghe tuvo que intervenir.

— No tienes que reverenciar a nadie, tú eres el rey aquí, son ellos los que te deben respeto a ti.

Xie Lian sonrió como tonto, dentro de él no supo cómo tomar estas palabras, talvez no compartía esta línea de pensamiento.

Llegaron a un gigantesco jardín, en el medio había un enorme banquete dividido en un laberinto de mesas, alrededor estaba un ruidoso enjambre de mujeres, tantas que Xie Lian no pudo contarlas. Cuando las chicas vieron a Luo Binghe llegar con el chico nuevo, se silenciaron. Por alguna razón Xie Lian se sintió intimidado, sonrió con nerviosismo y saludó:

— Ho-hola.

Ni una contestó.

Luo Binghe tomó asiento en un solitario cojín frente a la mesa de comida, era su asiento, nadie además de él se sentaba aquí. Qin Wanyue y Qin Wanrong se amontonaron a su lado y le ofrecieron de comer en la boca. El resto de mujeres también se agolpó y empezaron todo un cacareo, como aves silvestres, coloridas y ruidosas.

— ¿A cuántas permitirás en tu cuarto hoy? — preguntaban.

— ...Cien— contestó el indiferente Luo Binghe.

El ruido de alegría estalló y las disputas por ser una de las cien elegidas dio inicio, empujones, tirones de cabello. Xie Lian no comprendía nada, el enjambre lo dejó fuera del alcance de Luo Binghe, así que se limitó a sentarse donde hubiera espacio, tomó algo de la mesa y comió en silencio. De pronto notó a una chica, fue la única que llamó su atención porque en medio del caos solamente ella se mantenía en silencio, y no sólo eso, ¡lo miraba a él! Xie Lian fingió que no la había visto, pero sentía su mirada aplastando su ser. Ella se mantenía inexpresiva, su cabello era grisáceo y en apariencia era bastante adorable.

— ¿Ya te vas? — preguntó con dolor, Qin Wanyue.

— Debo atender los asuntos del reino— respondió Luo Binghe, quien se marchó sin importarle las exclamaciones de desagrado de sus esposas.

Xie Lian lo comprendió, Luo Binghe debía ser un hombre muy ocupado...De pronto notó el silencio extremo y alzó la cabeza, las miradas de todas caían sobre él y ni una era amistosa. Xie Lian tuvo dificultades para tragarse el último bocado de comida.

— ¿Cómo te llamas? — escupió Sha Hualing.

— Xie Lian.

Todas se rieron.

— Qué nombre más feo, es extraño, ¿agradecer por mostrar piedad? Suena a nombre de zorra.

Sha Hualing volcó la mesa de Xie Lian con una patada. El corazón de Xie Lian se encogió, nunca esperó que la chica hiciera esto, lamentó la comida echada a perder más que la ofensa hecha. Miró a Sha Hualing a la cara y se percató de sus ojos, ¡eran como los de Luo Binghe!, dos lunas eclipsadas. Se sorprendió, causando disgusto en la chica de vestimentas rojas.

— Te lo haré saber ahora, al gran sultán Luo no le gustan los hombres; si te trajo aquí debió ser por un simple capricho. Prueba de ello es que ni siquiera te llevó a la torre donde vivimos nosotras y tampoco te dejó entrar a su alcoba personal.

La sangre de un dios. | LuoXie | - 24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora