El demonio del desierto del oeste.

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Cuando el sol salió, Xie Lian decidió llevar su oro al desierto del este y dejarlo abandonado para que fuera sepultado por las arenas. De camino se topó con dos soldados que cargaban un largo tronco en sus hombros, del centro del mismo pendía una tosca jaula de púas. Xie Lian se detuvo y se giró abruptamente.

— ¡Eso era... ¿un niño?!

— Rápido, habrá una ejecución pública— la gente parloteaba con emoción.

— ¡Sí, dicen que atraparon a un demonio!

Xie Lian tembló de ira.

— ¡Ese no es un demonio, es un niño!

Los soldados descargaron el tronco y custodiaron la jaula, estaban esperando a que llegara más gente para que admiraran el espectáculo.

— ¿Cuál es el crimen que cometió este niño? — preguntó Xie Lian con recato y seriedad.

Los soldados se miraron entre sí antes de responder:

— El niño cuenta que venía en una caravana proveniente del desierto del oeste, dice que una tormenta de arena los mató a todos, menos a él porque su madre lo protegió toda la noche.

— Mire por donde se mire es una historia inverosímil— habló el otro soldado—, no se puede comprobar la ubicación de los cadáveres y quiere que creamos que sólo él sobrevivió. La única explicación es que él cruzó el desierto solo, tarea imposible para un niño, a no ser que no sea un niño normal.

— Sí, quizá hasta él mató a los viajeros y tomó esta forma infantil para que nos compadezcamos de él.

Xie Lian frunció el entrecejo.

— Son especulaciones que no se pueden comprobar.

— ¿Por qué no le echas un vistazo entonces?

El niño era un burujón de ropas acartonadas y cabello tieso por la arena. Estaba hecho bola, como un armadillo, receloso de ser visto. El soldado metió un palo para obligarlo a cambiar de posición, lo puyó con más dureza y el pequeño gruñó como una fiera, y como tal, alejó el palo con furia. Los soldados se pusieron a reír, como dos cretinos que gustaban de fastidiar animales enjaulados. El niño se tapaba el lado derecho del rostro a toda costa. El soldado volvió a meter el palo y golpeó la mano con la que el niño se tapaba el rostro. El pequeño quiso huir, se echó atrás y las púas lo pincharon. Gritó de dolor y descubrió su rostro. Xie Lian sintió un fino escalofrío por su espalda, por unos instantes pudo ver su ojo derecho, ¡era rojo como la sangre!

— Lo viste, ¿cierto? Es un demonio.

Perplejo, Xie Lian sacudió la cabeza y retomó su postura seria.

— Los demonios viven en el desierto del este, no vienen del oeste.

— ¿A quién le importa? Tú mismo lo has visto.

La sangre de un dios. | LuoXie | - 24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora