Inexperto.

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Sus diecisiete años llegaron pronto y aquella madrugada sería la última vez que madre e hijo se verían. Soldados imperiales llegaron bajo el cielo estrellado. La madre vistió a su hijo con sus mejores trajes, aunque no estaban a la altura de un residente del palacio. Los dos se abrazaron con anhelo y para antes que saliera el sol, Xie Lian ya había partido. Estaba triste, aunque le desagradaba sentirse vulnerable sin sus padres, como si fuera una doncella.

Tres días de viaje después, Xie Lian ya se encontraba en la ciudad central, Qiong Ding. Le sorprendió ver soldados enmascarados por doquier, aunque se sorprendió todavía más de ver caminos de piedra, calles llenas de palmeras y grama, casas de cemento y personas con ropas vistosas. Si esto ya era alucinante, se pasmó con la visión del palacio del sultán. Una morada de ensueño, tallada con joyas y paredes labradas con pasión por el arte, objetos costosos en cada esquina, pasillos alfombrados, cortinas de joyas, ¡esto era una locura! Xie Lian se puso ansioso, talvez él no pertenecía a un lugar como este, apenas sabía leer y contar.

Le dieron un baño lleno de perfumes y espuma, lo vistieron con ropa de color rojo y lo atiborraron de joyas, luego lo encerraron en un hermoso cuarto con alberca y un precioso jardín. Xie Lian no sabía qué esperar, caminó de un lado a otro como alma en pena, sin atreverse a tocar nada, por seguridad. Esta pedrería era un bodrio, comenzó a quitársela.

¡La puerta se abrió!

Xie Lian se petrificó.

A la alcoba entró un apuesto joven de tez blanca, una marca en la frente, intenso cabello oscuro y ojos como la luna en eclipse, completamente rojos, y como tal, desprendían un mal augurio

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A la alcoba entró un apuesto joven de tez blanca, una marca en la frente, intenso cabello oscuro y ojos como la luna en eclipse, completamente rojos, y como tal, desprendían un mal augurio. Pese a ello, Xie Lian lo encontró agradable a la vista, hasta tuvo que reprimir todo tipo de pensamientos sobre él. El hombre se acercó con una sonrisa.

— ¿Xie Lian?

— S-sí...— inclinó la cabeza en señal de respeto.

— Soy Luo Binghe, gobernante de este reino y próximamente de todos los reinos colindantes.

— Quiere decir...tú eres mi...

— Así es, yo soy tu prometido.

Xie Lian se sonrojó un montón, quizá ser su esposo no sería una tarea difícil, incluso podría ser...placentero.

— ¿E-está bien que nos veamos a solas antes de la boda?

— Debo informarte que no hay boda.

— ¿Cómo? — sus ojos giraron sin comprender nada.

Luo Binghe rio levemente y explicó:

— Las bodas son innecesarias y sólo sirven para matar el hambre de gente desconocida. Si yo digo que serás mi esposo, entonces lo eres— le acarició una mejilla.

Xie Lian se sintió extraño, ningún desconocido lo trató de esta manera antes. Sus dedos eran sedosos y sus movimientos nada arrebatados. Xie Lian se perdió en la escalofriante mirada de su futuro esposo, quien sonrió complacido ante sus ojitos llenos de ilusión.

La sangre de un dios. | LuoXie | - 24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora