Un triste pasado, un triste presente y un futuro oscuro.

77 19 93
                                    


Xie Lian le hizo saber que no tenía un techo, Hua Cheng no tuvo problemas con eso, si habían de vivir en la calle, así sería. Xie Lian no lo permitiría, le pidió techo a su jefe y éste se lo dio con gusto. A la mañana siguiente ambos chicos caminaron hacia el desierto más cercano, el del este.

— Se cree que un basilisco creó este desierto y lo impregnó de la energía resentida de sus víctimas— explicó Xie Lian—. Si una persona muere en este desierto, su espíritu será poseído por las almas resentidas y se transformará en un demonio. Se dice que todos los demonios nacen en este desierto.

— ¿Y eso es verdad? — Hua Cheng estaba fascinado por el conocimiento del dios.

Xie Lian se rascó la mejilla.

— Ayer creíste cada una de mis palabras, ¿qué es diferente hoy?

— Si el desierto del este es tan peligroso, ¿por qué vamos allá?

— Precisamente porque es un sitio al que nadie querrá acercarse.

Hua Cheng se deslumbró con su táctica y para Xie Lian volvió a ser el mismo pequeño adorable de siempre.

Se detuvieron en los límites del desierto, estaba lleno de rocas y, por supuesto, cero vida humana en por lo menos un kilómetro.

— ¿Cuál sería el mejor escondite?

— Vamos a la roca de allá— Xie Lian señaló la roca más grande.

Escalaron la roca en busca de un agujero, no sólo encontraron un agujero, ¡sino un enorme agujero! Aunque de lejos prometía ser una roca sólida, era un mero cascarón.

— ¡Es perfecta! — exclamó el mayor.

Descendieron, la arena estaba fresca, como arena marina.

— Enterrémoslo aquí. Si una vez necesitamos el oro, sólo hay que venir y tomar lo que necesitemos.

Hua Cheng asintió, Xie Lian le acarició el cabello y dijo:

— Este oro también es tuyo, toma el que quieras, ¿sí?

Hua Cheng asintió, aunque no tenía intenciones de tomar alguna lámina dorada si Xie Lian no lo consideraba pertinente.

Escarbaron y descubrieron una botella de cuello largo, violeta oscuro, de apariencia costosa. Los dos quedaron boquiabiertos, quizá tenían un talento excepcional para conseguir tesoros, tratando de deshacerse de un tesoro consiguieron otro. Xie Lian le sacudió la arena.

— ¡Se movió! — exclamó Hua Cheng.

Fue lo de menos, algo mucho más sorpresivo sucedió. Un humo espeso brotó y una mancha anaranjada se desplazó a gran velocidad por la arena. Era un zorro. Ambos chicos gritaron de susto, el animal ya estaba asustado y los gritos sólo lo espantaron más. Corría de un lado a otro, tratando de escapar, mientras que los dos humanos se abrazaban y gritaban, arrinconados contra la pared de roca. El animal finalmente escapó trepando y no volvieron a verlo. Pasado el susto disolvieron el abrazo y observaron la botella con cautela.

— ¿Era un zorro de verdad? — expresó Xie Lian, todavía incrédulo.

— Es imposible que estuviera dentro de una botella tan pequeña. Talvez era un fantasma.

— Es posible, talvez murió y su espíritu quedó atrapado aquí.

— ¿Qué hacemos con la botella?

— Dejémosla aquí, es un objeto peligroso.

Enterraron el jarrón y se fueron de ahí, atrás quedó el extenso desierto, arena dorada hasta donde alcanzara la vista, ardiente hasta la muerte.

La sangre de un dios. | LuoXie | - 24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora