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LA HIJA MAYOR DE ALICENT tomó asiento a un lado de su madre, mirando a Helaena con un amplia sonrisa, la pequeña tenía en manos un extraño ciempiés que le estaba enseñando a la reina. Una de tantas en su colecciones de insectos. La rubia miró a Alicent, recordando vagamente la confrontación de anoche.

No sucedía muchas veces, pero cuando a Daenerys le molestaba las insinuaciones que le hacían a sus sobrinos, lo decía de frente. Tenía que defender el honor de su familia, en especial la de Rhaenyra, nadie más que Dany y Viserys lo hacían.

Pero aunque la apreciara mucho, no podía hacer de la vista gorda por mucho tiempo, no cuando la deshonra hacia su tía estaba en medio. La pobre sufría en silencio todas las noches, no quería destruir la familia que la había costado tantos años levantar. Sus niñas eran felices con un padre como él. O bueno, al menos la pequeña Freya lo era.

Y a pesar de estar al tanto de la traición de Harwin, le era imposible hacerle frente o apartarse de su lado, tenía que aparentar indiferencia con el tema, aunque era una de las primeras en señalar a los bastardos de la princesa como escoria, un error de la existencia. Basura.

Si no podía echarle en cara a su esposo sobre la humillación que le hacía pasar con cada uno de esos niños, entonces lo iba a tomar contra ellos. Sin darse cuenta que con sus actitudes también arrastraba a su primogénita, Laia, que cada vez aborrecía más a esos insufribles bastardos, estar en presencia de ambos era una tortura. Oír los rumores de que compartían sangre era aún peor.

Odiaba a su padre por haber hecho lo que hizo, también a la princesa, pero odiaba más a su madre por permitirlo, por no tener el coraje para acabar con eso de una vez por todas. Al parecer nadie en la fortaleza comprendía su sufrimiento, y siempre la tomaban por una niña ambiciosa, caprichosa, egoísta y cruel. Solo su dulce Helaena entendía.

Ella también sabía lo que era vivir una infancia miserable, a lado de una madre que se lamentaba todos los días haber escogido un mal padre para sus hijos, y con un padre que gozaba dándole toda su atención a una sola de sus hijas, sin tomar conciencia de lo que podían sentir los demás al ver su preferencia.

Lo único bueno que le había pasado era el ser dama de compañía de la risueña princesa, agradecía eternamente haber solicitado tal puesto a la consorte. Y el que ella se lo haya concedido.

Daenerys tocó suavemente su vientre, volviendo a la explicación de su hermana menor.

—Este tiene sesenta anillos —murmuró, examinando a la criatura más de cerca. Era realmente viscosa y escurridiza, sus pequeños pies le hacían cosquillas en la mano—. Y dos pares de patas en cada uno. Son doscientos cuarenta.

BAD BLOOD ೃೀ house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora