Capítulo 26.

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Izuku estaba entre las nubes, nunca se esperó que aquel interior de algodón blanco fuera cálido, esponjoso y de olor delicioso. Su cuerpo levitaba sobre cojines y no importaba qué posición quisiera tomar, todas eran igual de cómodas. Podía escuchar a su omega interno ronronear gustoso, si fuera un gato ya estuviera en la más extraña postura de dormir.

"Deku…"

Un eco sonó entre el mundo nuboso en el que Izuku habitaba, extrañado se sentó y miró hacia los lados, no había nada en ninguna parte, solo luz de sol y más bolas blancas qué eran movidas por el viento. Sin embargo, aquello que escuchó le sonó muy familiar, de igual forma la voz que dijo ese apodo tan peculiar.

"Deku, estas ardiendo en fiebre, despierta para que puedas tomar algo de agua…"

De pronto, la nube en la que estaba se volvió translúcida y desapareció dejándolo caer al vacío. Izuku despertó de un sobresalto, estaba acostado de lado en una suave cama y arropado hasta los hombros. A pesar de que estaba muy cómodo allí se alarmó, primero porque su nariz estaba inundada del aroma de cierto enigma, mismo que lo veía de cerca.

Katsuki estaba sentado en la orilla, tenía los brazos cruzados y un yukata abierto, básicamente parecía estar atado a su cintura y sus hombros junto a su pecho estaban descubiertos. Izuku se sentó de golpe, pero se arrepintió cuando un mareo le hizo casi caer de vuelta a su antigua posición, al instante se dio cuenta de algo muy importante, estaba desnudo, toda su piel solo tocaba las sábanas y la manta qué cubría el algodón de la cama.

—¿Por qué esa cara? —preguntó el rubio, tomó una vasija llena de lo que parecía ser agua y con ella se acercó al omega que parecía estar a punto de sufrir un ataque—, bebe, has estado en un sueño inducido por casi quince horas, lo único que ingeriste ha sido un té de hierbas qué la anciana curandera qué ha hecho beber inconsciente.

La verdad era que Izuku tenía un sabor tan amargo en su paladar qué creyó haber vomitado todas sus bilis mientras dormía. Se cubrió el cuerpo lo  mejor que pudo con las mantas, y Katsuki al notar que no tenía las suficientes fuerzas o control de sus extremidades para cubrirse y tomar el agua al mismo tiempo, optó él mismo darle a beber el refrescante líquido.

—Bebe más despacio, —Katsuki regañó suavemente tratando de que el menor no tratara de tomarse todo de un golpe, pero Izuku no le escuchó y poco después tuvo que apartarse para poder toser por casi ahogarse—, no me hiciste caso, deberías a aprender a obedecerme, así no cometerías ningún error en tu vida.

—M-majes-tad… —murmuró el pecoso mientras trataba de controlarse, una vez pudo calmarse un poco apretó el agarre sobre la poca protección que tenía en ese momento contra el depredador más peligroso de su continente—, ¿P-por qué estoy aquí? ¿Qué pasó? ¿A-acaso usted y yo…? ¿Y Katsuo?, ¡¿dónde está Katsuo?!

El aroma qué aún estaba dulce y empalagoso por el celo se manchó rápidamente con la desesperación y preocupación, volviéndolo un poco amargo. Izuku quería bajarse de esa cama e irse a buscar al pequeño príncipe, no recordaba mucho, o más bien, no sabía nada ni la razón por la cual estaba en una habitación a solas con el emperador. Sus instintos estaban divididos, una parte suya estaba alterada y le exigía buscar a su cachorro, la otra era un poco más débil, pero estaba allí reclamando, queriendo quedarse y bañarse más con el aroma del enigma, incluso llegar a más que eso si llegaba a tener todo el control.

—Ven acá. —Katsuki jaló al peliverde a su regazo, seguía enrollado en las sabanas y en su parecer solo estaban haciendo estorbo—. Nuestro pequeño está bien, tu doncella lo cuida.

—Eri… —El pecoso susurró para sí mismo, su cabeza fue pegada al pecho del mayor, pudo sentir un pequeño suspiro de alivio saliendo de su pecho, pero eso no resolvía el resto de los problemas.

Jerarquía. (Katsudeku/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora