— ¡! " aire salado y óxido en tu
puerta, nunca necesité
algo más "AHÍ SE ENCONTRABA MILENA, frente a aquella puerta, con un estado total de ebriedad. Juntando el valor suficiente para golpear, pero no estaba segura. ¿De verdad lo estaba haciendo? Si, había salido a bailar con sus amigas, y había terminado como after, apareciendo en su departamento, buscando su tacto. Ese tacto que ella tanto amaba y anhelaba siempre.
Dejó caer suavemente su frente en la puerta de metal y suspiró con cansancio, sabía que lo que estaba haciendo era erróneo, pero estaba tan hasta las manos que se le hacia imposible no buscarlo y caer rendida ante él.
El olor salado y óxido que emanaba aquella puerta, penetró sus fosas nasales, sintiendo como estas se disgustaban ante tales olores. Mordió su labio y con cuidado, se enderezó. Juntó el valor correspondiente y depositó tres golpes en el metal frío de la puerta, y esperó.
Fueron minutos en los cuáles, no había recibido respuesta alguna del chico, por lo que había decidido irse, pensando en que tal vez, se encontraba en algún boliche o tan solo, no quería atenderla. Y ella asumía que se trataba de lo segundo.
Al pegar media vuelta y comenzar a caminar, sintió como una ronca y masculina voz, perforó y sucumbió sus oídos: —¿Milena? —musitó adormilado Leandro, mientras refregaba con pereza, sus ojos. —¿Qué haces acá? —indagó, mirándola de pies a cabeza.
—Perdón... No quería despertarte. —balbuceó y lo miró, sintiendo como su cuerpo pedía a gritos que tan solo rozara la yema de sus dedos con su piel. Algo que claramente o capaz no iba a suceder.
—¿Estás en pedo? —preguntó con el ceño fruncido y se acercó a ella, agarrándola suavemente de la cintura. —Dios Milena, me vas a matar. —musitó, cerca de su rostro.
—¿Puedo pasar? —murmuró en un hilo de voz mientras deslizaba sus manos hasta el pecho del contrario.
—Obvio, Lena. —respondió Leandro, mientras la ayudaba a caminar, haciendo más fuerte su agarre en la cintura de la chica. —¿Por qué no me avisaste que ibas a venir? —cerró la puerta detrás de ellos y la sentó suavemente en el sillón de la entrada.
—Porque pensé que no me ibas a responder, como los últimos tres mensajes que te mandé hace una semana. —respondió mirándolo, formando un leve puchero en sus labios.
Leandro, por su lado, la miró detenidamente mientras procesaba su respuesta. Era verdad y no tenía alguna excusa que decir. —Si, perdón por eso. —murmuró sacándole los zapatos y dejándolos a un costado. —Vení, te voy acostar. —extendió sus brazos y Milena se acercó a él, entrelazando sus dedos, para luego, levantarse con dificultad.
—Perdón por no avisar. —balbuceó, mirándolo a los ojos y siguiendo su ritmo de caminata hasta su habitación, la cuál conocía de memoria.
—No pasa nada. —murmuró Leo, recostandola en su cama y tapándola hasta la altura de sus hombros. —Yo voy a dormir en el sillón, ¿Si? —indicó en un susurro, dejando leves caricias en su pelo, buscando acomodar torpemente las hebras traviesas que se escapaban entre sus dedos.
—No... —musitó en un pequeño hilo de voz. —Quédate conmigo, por favor. —torpemente, le hizo un espacio en la cama, esperando que su contrario, aceptara su pedido.
Leandro, con dudas internas, aceptó. —Vení. —murmuró una vez que se acomodó a su lado.
Milena, con rapidez y seguridad, recostó su cabeza en el pecho de Leo, escuchando como el corazón de este, latía. —Gracias. —musitó y cerró sus ojos, sintiendo como su cuerpo se relajaba al saber que estaba segura entre los brazos de él.
Por su lado, Leandro dejaba leves caricias en su pelo, esperando que la rubia se durmiera para él, poder descansar tranquilo, sabiendo que la chica ya se encontraba descansando.
Pronto, sintió una pequeña culpa en su conciencia. ¿Estaba bien aquello? Claro que no, pero no quería lastimarla, después de todo, la quería, pero no como ella quería que él la quisiera. No de esa forma, sino como amigos. Como algo que se había dado pero no había funcionado, y tampoco iba a funcionar.
¡! 21.07.23