Quien lo diría - Carlos Sainz Jr.

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Lance el móvil otra vez y me pulse a dar saltos por la habitación.

No quería gritar porque ya era tarde.

QUERÍA VERME !!!

esto tiene que ser un sueño.

Me fui corriendo al baño y arreglé mi maquillaje y mi pelo.

Sé que serviría de algo y sonara raro pero apreté mi sujetador y subí mis pechos para que se viera más provocativo mi escote.

...

Subí al ascensor y le di al botón que subía a la terraza.

Mentiría si dijera que no estaba nerviosa.

Respire hondo y salí del ascensor como una diva enpoderada. 

Él estaba en la barra bebiendo de su gin tonic.

Se giró en mi dirección y me observó hasta acercarme a él.

—hola— salude, me acerque y deje un beso cerca de la comisura de sus labios.

—hola—saludo el. —Un margarita?

—Si, por favor.— me senté en el taburete que estaba enfrente suya.

Llamó al camarero y me pidió el margarita.

—Como has estado—preguntó.

—Bien, aunque un poco estresada por los exámenes. Tú?

—Liado, mucho trabajo en la fábrica. Hemos hecho cambios y había que probar.

Mi margarita llegó y yo le di un gran sorbo. Eso calmaría mis nervios.

—Estás muy guapa. Ese mono te queda muy bien.

Vi que se quedó callado unos segundos admirando mi escote. Sirvió— Gracias.

Muy pero que muy bien—acercó su mano a mí y la posó sobre mi muslo y lo acaricio.

Dirigí mi mirada su mano y luego a sus ojos—Carlos.

—Emma.--me estaba mirando fijamente, comiéndome con los ojos, diría.

—Aquí no.--mi voz sonó entrecortada. Por que no podía controlar lo que producía en mí. 

—Estamos solos. Tranquila.

—Está el camarero.

—Venga Emma, no he podido dejar de pensar en ti.—Se acerco a mi oído y me susurro—Necesito sentirte como aquella noche.

Yo lo empuje por el hombro para separarlo de mí. Me gustaba lo que producía en mí, pero este no era el lugar perfecto.

—Está bien, pero que sepas que no te dejaré escapar.

Sonreí pícaramente y bebí de mi margarita.

Estuvimos un rato en silencio mirándonos, apreciando las vistas, hasta que el hablo.

—Sabias que tu hermano ha venido conmigo.

—Lucas? No me ha dicho nada. Últimamente me cuenta poco. Tú sabes qué le pasa?

—Puede—sonrió

—Como que puede. Suéltalo—le apunté con mi dedo índice amenazándolo.

—Prometí no decir nada. Lo siento.

Acerque mi mano lentamente hacia su entrepierna—así puede que me cuentes algo.--dije con una seductora voz.

—Nop. No estamos solos , que pena.—cogió mi mano y la quito de su regazo.