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¡Ahg! —salió de su boca, un sujeto lo había apoyado sobre una baranda (estaban en un balcón, era de noche), el  sujeto se encontraba detrás de él, no le enorgullecía su trabajo, pero era eso ó morirse de hambre. El sujeto le bajó los pantalones y fue que dejó entrar su enorme cosa en él —. Ahg… si que me extrañaste… —quejió al sentir cómo ese sujeto mordisqueaba su nuca.

Cierra la boca… te pago por abrir las piernas, no para platicar… —habló Ares mientras seguía besando y mordiendo detrás del cuello de Apolo. Apolo era lo que se consideraba una prostituta,  sin mencionar que era una de las más baratas de la ciudad. 

Apolo creció en una familia de bajos recursos, su padre era un ebrio desempleado y su madre una simple mesera, la cuál ya no podía mantenerlos, su padre casi siempre le quitaba lo poco que ganaba y él debía ver que hacía para ayudarla.

Eres una maldita perra… —gruñó mientras lo embestiía por detrás. Y exactamente por ver que hacía para ayudar a su madre; es que debía soportar a idiotas cómo éste.

—Oh, sí… soy una perra sucia… —rodó los ojos y le siguió la corriente a ese tipo, siempre debía dejar más que satisfechos a sus clientes —. ¿Y qué más? ¿Qué más soy? —jadeó mientras sentía los dientes de ese sujeto morder su nuca —. Recuerda que no puedes marcarme… no estoy listo para enlazarme a nadie…

Ares rió.

—¿Enlazarte? ¡Qué divertido! ¡Hasta crees! ¿Tú crees que en serio me enlazaría con una puta como tú? ¡Fantástico! —Uno nunca se casaba con una prostituta, y menos si es con una que es de las más baratas. Apolo bufó, sin duda Ares era un completo imbécil; él y todos sus  clientes lo eran. Después de ello, de sentir cómo ese sujeto liberaba toda su tensión en él, el Omega se subió los pantalones y salió de la habitación del hotel barato.

Apolo bufó al salir por la puerta del hotel, no era muy sofisticado, tampoco tenía un buen recepcionista, sin mencionar que, las paredes eran demasiado delgadas, él debía escuchar los gemidos de las demás prostitutas del lugar; y así mismo, las demás prostitutas del lugar lo escuchaban a él. Sin duda desagradable e incómodo. El Omega sacó un cigarro, para después buscar en sus bolsillos su encendedor,  y no se sorprendió cuando no lo encontró, fantástico, tal vez se le cayó mientras ese sujeto metía y sacaba su miembro dentro de él.

—¿Vas a fumar? —habló un sujeto a su lado, el Omega rodó los ojos y volteó a verlo con una sonrisa, no había nada más que la lámpara de la calle alumbrandolos.

—Sí, así es papi… ¿Por qué? ¿Se te antoja? —añadió en un tono burlón. Leónidas suspiró con pesadez —. ¿Tienes un encendedor? —le cuestionó al ver que el sujeto había desviado la mirada de él. Leónidas negó. Apolo suspiró con pesadez para después comenzar a caminar lejos de ese sujeto y acercarse a otro.

—Hola… ¿Tienes un encendedor? —habló cuando estuvo enfrente de otro sujeto, el sujeto sonrió soberbio y asintió.

—Si ¿Por qué? ¿Lo quieres?

—Por supuesto —habló Apolo.

—Te lo presto por una mamada… —era claro que el sujeto sabía a qué se dedicaba Apolo y por supuesto que se iba a aprovechar. El Omega gruñó —. ¿Qué? ¿No lo quieres? —rió —. Vamos cariño, no seas orgulloso, ambos sabemos que me lo has hecho por menos de lo que vale un encendedor nuevo… —aunque quería irse y volver a casa, de verdad ansiaba fumar y sabía que a su madre eso no le gustaba, así que, era aquí ó tendría que aguantarse. 

Incroyable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora