13.

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[Si deseas, puedes poner la canción de multimedia].

El cielo estaba obscuro, hacía un frío brutal afuera del edificio, lo bueno es que el traía consigo un abrigo. Los postes de luz de la calle eran su única compañía. Hace rato lo que parecía ser una celebración agradable, se convirtió en una visita a la sala de emergencia. Apolo estaba a punto de dar a luz, y por muy mal que le llegó a caer, estaba feliz por él (de cierta forma). El rubio se abrazó así mismo, tal vez debió traer otro abrigo más con él, los copos de nieve aunque eran escasos; seguían cayendo. Uno cayó en su nariz, se estremeció al instante, su nariz húmeda. Solo esperaba que su hermano no tuviera problema alguno con la carretera en un clima así. 

De pronto, un auto se detuvo delante de él, era un mercedes Benz. La ventanilla se bajó enfrente de él y fue entonces que lo pudo ver. Hace tanto tiempo que no lo veía que, incluso no lo recordaba. Pero ahí estaba, su hermano mayor: Hades.

—¿Te llevo? —habló el sujeto de cabellos grises y ojos morados que se encontraba dentro del auto, hace tanto tiempo que no veía a su querido hermano menor, tanto tiempo que casi no lo reconocía, Poseidón incluso se veía más hermoso que antes. Poseidón no dijo nada, tan solo se limitó a abrir la puerta y entrar al auto —. No te había visto desde hace tantos años y mírate, eres un joven muy atractivo… —susurró, para después llevar su  mano a la cabeza del Omega y acariciar sus mechones dorados —. ¿Dónde estuviste, calabacita? — aunque siempre le molestó que Hades lo llamara así, ahora estaba feliz de volver a escuchar ese molesto apodo —. ¿Dónde te tenía ese desgraciado oculto? —Hace unos años, al no aceptar sus padres su relación; su querido hermano decidió escapar con su novio, Poseidón había desaparecido de la faz de la tierra. No importa cuanto buscó, jamás lo halló.

—Tenías razón, Qin es un idiota infeliz… —fue lo que se limitó a decir para después alejar la mano de su hermano de sus cabellos. Hades suspiró profundamente, le advirtió a Poseidón de Qin y aún así, no le quiso hacer caso.

—Te lo dije… es un idiota lujurioso… —habló —. No importa que tan atractivo seas, Qin siempre prefiere probar otros sabores. No se conforma contigo, ni con nadie… —comunicó, para después colocar ambas manos en el volante —. Papá estará feliz de verte… —mencionó, después de ello, presionó el acelerador y  el auto comenzó a moverse.

—Calma… calma… ¡Qué te calmes, carajo! —alegó Artemisa al ver a ese sujeto tan fortachón dando vueltas por toda la sala de espera, de verdad era estresante, ella también estaba estresada, su hermano estaba ahí por amor al cielo, pero ella no andaba dando vueltas cómo un perro perdido.

Después de hablar con su madre en la puerta del baño, decidió de inmediato salir de ahí y dejar solo a Haggis para después hallar una manera de llevar a su madre al hospital, como no tenía auto, no le quedó de otra que llamar a uno de sus conocidos taxistas para que las recogieran y las trajeran aquí; aunque eso sí, como eran casi las fiestas y era muy de noche; el taxista le cobró una fortuna por traerlas.

Leónidas suspiró con pesadez, aunque no era el padre, de todos modos estaba estresado y alterado ¿Y sí algo le pasaba a ese bebé? ¿Ó a Apolo? No, no quería ni imaginárselo.

—Estoy de acuerdo, deberías calmarte… —habló Haggis, cuando se enteró que Artemisa venía a ver a Apolo al hospital, de inmediato subió  a sus hijos al auto, los llevó a casa, cerró la puerta con llave  y luego se dirigió  aquí, para acompañar a su hermano mayor en esto —. Apolo va a estar bien, lo trajiste a tiempo… —comunicó tratando de tranquilizar a Leónidas. El alfa suspiró con pesadez, Haggis tenía razón, debía ser positivo en esto, Apolo estaba bien, en  las manos de los mejores médicos que su seguro podía pagar.

Incroyable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora