La desaparición

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Hay personas que no pueden permanecer a solas con sus pensamientos.

Ángel nunca había tenido problemas con ellos pero ahora sentía que, poco a poco, estos le iban consumiendo. Debía mantener la mente ocupada o las aterradores imágenes de los últimos días llenarían su mente para hacerle sentir un desagradable cosquilleo en el pecho que aceleraba sus pulsaciones.

Por eso mismo en ese momento, mientras esperaban a que la enorme cola que se había formado en la comisaría avanzase, sentía que podría desmayarse. La ansiedad lo devoraba y provocaba miradas de preocupación de su amigo que le miraba de reojo a cada momento.

—¿Cuándo cojones va a avanzar esto? —preguntó Maica que se encontraba claramente harta de la interminable espera a la que se estaban viendo sometidos. Los chicos se limitaron a encogerse de hombros.

Habían acudido a la comisaría en cuanto la vidente se hubo ido y todos consiguieron calmarse para denunciar la repentina desaparición de Anni. Sin embargo, para sorpresa de todos, las nueve de la noche parecía ser la hora punta para los crímenes. Por lo que se vieron obligados a esperar a que más de veinte personas realizasen su denuncia entre gritos y un descontrol generalizado, como si toda persona que entrase por la puerta principal dejase parte de su humanidad al hacerlo.

Cuando el chico ya creía que no sería capaz de contener las náuseas provocadas por el intenso olor a café rancio y sudor que inundaba el lugar, Núñez apareció por un pasillo lateral y se los llevó a una esquina apartada antes de que Maica montase una escena —por cómo abría y cerraba los orificios de la nariz al respirar, Ángel dedujo que había estado a punto—.

Todos lo siguieron hasta que se hallaron lo suficientemente lejos como para que nadie los oyera. Permanecieron en silencio unos instantes cargados de tensión, el hombre parecía estar buscando las palabras antes de empezar a hablar.

—Gracias por atendernos, sentimos darle tanto trabajo —comenzó a disculparse Ángel antes de que Maica pudiese abrir la boca —. Pero nuestra amiga ha desaparecido.

—¿Hace cuánto qué ha desaparecido? —El inspector parecía claramente sorprendido, seguramente pensaba que habían vuelto para preguntar por el caso de la muerte de su amigo.

—Un par de horas.  —Núñez apartó la vista, de nuevo parecía que las palabras se quedasen ancladas en su garganta, como si ellas mismas temieran lo que podrían causar al salir.

—Chicos, deben pasar al menos cuarenta y ocho horas para que podáis denunciar una desaparición. No podemos hablar de algo así en tan poco tiempo.

—Lo sabemos pero estábamos con ella y simplemente... Se esfumó —explicó Jorge que le tomó el relevo a Ángel en la explicación, ambos parecían haber unido fuerzas con un único propósito; evitar que Maica hablase. Si la chica se dio cuenta no dijo nada, limitándose a mantener la mirada fija en la nada mientras quién sabe qué clase de pensamientos inundaban su mente. ¿Estaría recordando a su novia? ¿Tal vez las últimas palabras que le dedicó.

—Vale... Eso cambia las cosas, ¿qué estabais haciendo cuando desapareció? —Sacó una pequeña libreta y un bolígrafo que colocó sobre la hoja, listo para apuntar. Sin embargo, permaneció inmóvil mientras los chicos le explicaban su curiosa sesión de espiritismo. Finalmente, retiró el instrumento de la libreta —. ¿Seguro que no os está tomando una broma? Puede que quisiera aprovechar el ambiente y lo asustados que estabais.

—Ella jamás haría eso —explotó al fin Maica sin que ninguno de sus amigos pudiese detenerla —. Llevo saliendo dos años con esa chica y es la persona más dulce y buena que hay en este mundo. Jamás haría algo así y menos aun sabiendo el miedo que me dan estas cosas así que ya mismo está poniendo a todo el departamento a buscarla o vamos a tener un problema.

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