2.- Conociendo a Zoe Powell

160 11 17
                                    


2.- Conociendo a Zoe Powell

Lisa

Era mi primer día de castigo con esa chica llamada Zoe. No la conocía mucho. Solo sabía que a mi novio no le hacía mucha gracia porque compartía clase con ella.

Justo ayer la había escuchado tocar su guitarra y era buena, aunque, le gustaran las chicas. Los rumores me daban igual. Era fascinante, a mí siempre me había interesado ese instrumento, pero nunca había sido lo suficientemente valiente como para ir clases.

Todo el instituto sabía que Zoe era lesbiana y por su forma de hablar se podía observar que le daba totalmente igual lo que opinaran de ella. Por un momento me hubiera gustado ser como ella, que no me importaran los comentarios de mis amigas, de la gente de mi alrededor, ojalá fuera libre y sentirme libre. A veces me estresaba saber que tenía que contentar a todos.

En ese instante, estaba con mi novio en los pasillos. Había dejado caer la espalda en las taquillas moradas y noté como él había alargado su brazo alrededor del cuello. Mi novio me buscó con la mirada. Me volví hacía él y, ahí estaba, su radiante sonrisa. Seguidamente, le di un beso en la comisura de los labios.

Podía notar la mirada de todos, de seguro se preguntaban si ya había tenido mi primera vez con Marco, —no era la primera vez que un grupo de cotillas me hacían preguntas extrañas—, pero no había podido ser capaz de hacerlo, aún no estaba preparada y pensaba que era suficiente con los besos.

Sabía lo suficiente sobre el concepto del sexo. Bueno, todo lo que sabía me lo había contado mi amiga Jasmine que era una experta en el amor, pero de igual modo me daba un poco de miedo mostrarle mi cuerpo desnudo a alguien. Como si al ver mi cuerpo al completo dejara de gustarle.

Tras cinco meses juntos, lo máximo que habíamos hecho habían sido besos y poco más..., pero estaba contenta porque él nunca había querido presionarme.

Vi como sus amigos se iban y cuando él fue a despedirse con un apretón de manos yo me dirigí a mi taquilla para dejar los libros que no iba a usar.

—Mira, Zoe está allí.

Asentí nublada en mis pensamientos.

—¿Por qué no vamos a saludarla?

—Marco, por favor, no es necesario. Déjala en paz.

—Vamos, será divertido.

Asentí con demasiadas dudas. Él me agarró la mano y me la acarició con el pulgar.

Cuando alguien le molestaba o le caía mal a mi novio se pasaba todo el tiempo recordándole a esa persona lo que había hecho. Esa chica no es que hubiera sido muy amable, pero no se merecía pagar por eso.

—¿Zoe?

La chica le envió un mensaje a alguien y se volvió hacia nosotros con el ceño fruncido.

—¿Qué coño quieres?

—Podrías ser más agradable, ¿no?

—Lo que tu digas.

Ella enarcó una ceja y nos analizó al completo, pero se paró en mi esbozando una sonrisa torcida.

—¿Cómo entraste a la banda? —preguntó Marco con un aire de superioridad.

—Que te importa.

—Mucho.

—Toco bien la guitarra.

—Y los cojones también—forzó una sonrisa—. Ah, no. Espera, a ti no te van...

—Eres muy gracioso —interrumpió con una mueca de fastidio—, tienes el humor en el culo.

Una conexión entre notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora