PARTE 1: UNA CANCIÓN POR CADA APLAUSO

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1.- Una compañera de castigo

Zoe

Siempre tuve esa idea de que  las personas eran parte de un bando, que no era posible pertenecer al negro e ir aclarándote con el paso del tiempo. Hasta que llegó ese día. Más bien ella, la chica que se metería de lleno en mi vida y todo cambiaría. Drásticamente.

Estuve durante un mes hablando o más bien discutiendo con la directora para que me dejara estar en los recreos en el aula de teatro, y, tras muchas peleas, conseguí que en los recreos me dejara dos horas para practicar con mi guitarra.

Me senté en el filo de una silla, respiré hondo y no tardé en concentrarme en las notas musicales. Me estaba yendo mejor de lo planeado, pero me empecé a fallar repetidamente. Mis dedos temblaban al recordar que este fin de semana daría un concierto en el cumpleaños de una rica mimada que haría que ganásemos más reconocimiento. Era cierto que no era el lugar donde soñaba hacer un concierto, pero era un gran logro, un pequeño paso hacia delante.

Luego, daríamos otro concierto en la capital de mi país, pero faltaba todavía un mes para eso. Ese si era el concierto de mis sueños. Solo de pensarlo unos escalofríos recorrían mi espina dorsal, una felicidad aparecía incrustada en mi estómago que me ponía de los nervios y a la vez me daba pavor enfrentarme a ese futuro. Pero era mi sueño y lo cumpliría por todo lo que había luchado, porque me parecía tan irreal que se haría realidad.

En ese instante, un sonido me interrumpió la concentración. Era una llamada de mi padre.

—Sí, ¿Papá?

—¿Tú concierto que es el sábado o el domingo?

—El de la chica es el sábado.

—Vale, apuntado.

—Papá, no es necesario que me lleves. Ethan lo puede hacer.

—Te llevaré. ¿Qué pasa, Zoe? ¿Te avergüenzas de mí?

—No, no es eso.

—Pues te llevaré yo, buen día en clases.

Y me colgó.

Mi padre me caía bien, ¿vale? Era enrollado, le gustaban muchos tipos de música, veíamos muchas series juntos, pero quizá era demasiado divertido. Cada vez que se lo presentaba a una chica le parecía atractivo y era asqueroso. Mis amigas se volcaban tanto en él que se olvidaban de mí. Parecía que solo eran mis amigas para que les hablara de mi padre. Eran unas chicas muy raras. Sus traumas se observaban de lejos y era consciente de que le gustaban mayores, al menos a un par. Una vez, vi a una besándose con...

No pienso recordarlo de nuevo, solo de pensarlo se me revolvían las tripas. Menos mal que las mandé a la mierda hacía mucho tiempo.

Olvidé el tema de mi padre y decidí seguir con el ensayo antes de que sonara el timbre. Toqué de nuevo la melodía que había compuesto anoche y al analizarla un par de veces me di cuenta de que quizás debería darle otro enfoque. Al darme cuenta de ese cambio, me puse tan emocionada que me subí al escenario, cambié el ritmo de la melodía a una más pegadiza o, más bien, adictiva. Sí, de esas que te dan ganas de bailar hasta no poder sostenerte. Cuando mis oídos gozaron de ese ritmo no pude evitarlo y bailé al ritmo de la música de forma intensa, sintiendo toda la vibración en mi ser. En ese instante, pude sentir la adrenalina.

—Tocas bien.

Después de un buen rato, —no sabía desde hace cuánto me llevaba mirando—, me volví hacia ella y le dediqué una mueca de asco.

Me puse de los nervios al notar que una chica había presenciado ese momento intenso con la guitarra. Mi corazón empezó a bombear a toda velocidad. El tiempo me asfixiaba y los nervios se colaban en mi interior cada vez que recordaba que debía de hacerlo perfecto y a la vez disfrutar en el proceso. Y ninguno de los dos deseos se estaban cumpliendo en ese momento.

Una conexión entre notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora