𝕯𝖊𝖆𝖙𝖍, 𝑻𝒂𝒙𝒆𝒔, 𝒂𝒏𝒅 𝒮𝓉𝓇𝒶𝓌𝒷𝑒𝓇𝓇𝓎 𝒸𝒶𝓃𝒹𝓎

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Normalmente, Kuzuha se consideraría una persona bastante educada. Si bien no era muy conversador, era mucho más fácil mantenerse reservado si mantenía una distancia cordial de las personas con las que trabajaba.

Ahora, sin embargo, cuando Kuzuha le dio a Kanae la mejor mirada de muerte que pudo en su cara mientras estaba paralizado en el lugar por otro hechizo, se preguntó si tal vez había dejado que esa filosofía sobreviviera demasiado.

-Oye, nigromante.

-Waaaa, Ku-chan es tan frío... ¡Llámame Kanae, Kanae!

Manteniéndose en equilibrio sobre la punta de los pies, el nigromante tarareaba para sí mismo, blandiendo un odioso pincel chapado en oro en la mano. Sumergiendo con cuidado sus cabellos en un pequeño bote de tinta negra colocado en una mesa cercana, Kanae sacó la lengua con concentración, dibujando lentamente trazos a cada lado de la cara de Kuzuha.

En la esquina de la habitación, un tocadiscos sonaba alegremente a todo volumen, creando una atmósfera festiva diametralmente opuesta al estado de ánimo en el que Kuzuha se encontraba actualmente. No por primera vez, Kuzuha recordó lo que su jefe le había dicho cuando le encomendó esta tarea.

"Estoy seguro de que te irá bien", mi trasero.

Mientras Kanae dibujaba en la nariz de la parca, Kuzuha reflexionó con tristeza sobre cómo había llegado a este punto. Cuando visitó a su jefe, con el alma en la mano, para informarle sobre la finalización de su tarea, el bastardo no se inmutó sospechosamente al verlo cubierto de pintura rojo sangre. Peor aún, el bastardo estaba visiblemente encantado, con una exasperante nota de incredulidad en su voz cuando exclamó: ¡Guau! ¡Has vuelto tan rápido!

Al ver la expresión de su jefe, el exhausto Kuzuha comenzó a tener una terrible sensación de deja vu.

No dos segundos después, se demostró que su inquietud era acertada. Al sonido de las palabras "tu nueva asignación permanente", la expresión de Kuzuha se arrugó visiblemente. Podía sentir que envejecía 20 años en un instante.

-¿Está seguro de que no quiere... reconsiderarlo?- La parca de pelo blanco pidió débilmente. Para sorpresa de nadie, su jefe ni siquiera lo reconoció. El horrorizado Kuzuha solo pudo mirar, impotente, mientras el bastardo daba el sello de aprobación en un formulario que reducía la frecuencia de sus tareas ordinarias de cosecha, completando el motivo del cambio con una oración:

En servicio de Kanae.

Este trabajo extremadamente impopular incluso tenía una molesta advertencia escondida en su letra pequeña, que le impedía tomarse días libres cada vez que se publicaba una nueva tarea relacionada con Kanae. Una advertencia de la que solo se enteró hoy.

Los muertos no celebraban exactamente sus cumpleaños en el inframundo, ya que no los recordaban. En cambio, tuvieron su día de renacimiento, conmemorando el día en que cruzaron el Styx por primera vez y se despojaron de los recuerdos de su vida pasada para comenzar de nuevo. Dado que una década no era mucho tiempo para aquellos en el inframundo, mucho menos un año, el día del renacimiento no se consideraba un evento tan significativo. Aún así, era costumbre tomarse un día libre cada año.

Y claro, Kuzuha solía pasar el día de su renacimiento en casa, solo. Pero era el principio del asunto. En lugar de estar felizmente dormido en la cama hoy, aquí estaba, obligado a trabajar. La parca una vez más consideró los méritos de encontrar un bufete de abogados del inframundo. Esto tenía que estar violando algún tipo de ley laboral, ¿verdad?

También hubo otra 'ventaja' inesperada de su nuevo puesto permanente. Por alguna razón, sus compañeros de trabajo con los que nunca solía hablar, y que nunca antes le habían prestado mucha atención, habían comenzado a actuar de manera extraña a su alrededor. Hace unos días, había comenzado a encontrar pequeños obsequios en su escritorio, en su mayoría bocadillos.