1.03 Dixon ayuda o engaña

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ㅤㅤㅤLos dos amigos se miraron una vez más, comunicándose en silencio.

Sigulf asintió brevemente, confirmando que estaba listo para seguir adelante.

Con una mirada determinada, Kristoff se adelantó y aseguró su arma en un fuerte agarre. Caminó hacia la puerta y le hizo una seña a Sigulf para que lo siga detrás.

Sigulf observó por última vez la habitación en la que habían estado encerrados durante demasiado tiempo.

La había observado tantas veces antes que para ese entonces ya conocía cada detalle de memoria. Tenía un mapa muy específico de la habitación en su mente de aquellos primeros días que había buscado cualquier mínima grieta por la que puedan escaparse.

La única pared de chapa, la del lado izquierdo colgaba del techo y no llegaba hasta el suelo, Sigulf recordó entonces la segunda vez que intentaron escaparse, cuándo creyó que podría falsear el borde de la chapa que conectaba con una pared de ladrillos, pero no había logrado ningún buen resultado, solo otro castigo para Kristoff por encontrar a Sigulf desatado e investigando.

Recordó aquellas noches en las que intentó aprender a atar sus muñecas para no ser descubierto, como sentía su piel desgarrándose contra el alambre en un intento de volver a atarlos.

Los días eran fríos, pero las noches lo eran más.

Aún recordaba la manera en la que Kristoff siempre temblaba de frío y no podía hacer nada para ayudar a su amigo.

Recordó las tardes en las que Merle venía a hablar sin parar, contándoles historias porque parecía que allí afuera nadie quería escucharlo y la única manera en la que logró conseguir audiencia fue con unos prisioneros que no tuvieron más opción que escucharlo.

Observó su entorno, seguro de que sería la última vez que lo vea. Que realmente sería el día en el que escapen.

Ya no tendría que pasar más mañanas despertándose con el ruido de las ratas corriendo por el pavimento. El interminable discurso que el gobernador les traía cada nueva semana acerca de la importancia de que Sigulf siga construyendo y reparando para ellos.

Ya no tendría que soportar tardes en las que vió a su mejor amigo quejarse del hambre que tenía mientras a Sigulf lo obligaban a comer. Ni las noches de desvelo en las que planeaban mil estrategias que con suerte algún día lograrían funcionar para que se escapen.

Ya no más.

Una vez leyó un libro sobre cómo responde el cerebro bajo estrés, cómo la respuesta a situaciones extremas deja a tu cuerpo en alerta constante.

Sigulf no es científico, pero él entiende cómo funciona la adrenalina.

Sabe que ha estado trabajando con un suministro aparentemente ilimitado durante las últimas semanas encerrado y probablemente lo estará hasta que encuentre un lugar seguro, lejos de estos muros, en los que pueda derrumbarse.

Sabe que la adrenalina es lo que mantiene a raya la agonía, lo que le da aquél empujón que le hace falta para seguir a Kristoff por el estrecho pasillo que solo tiene una dirección.

Será un infierno pagar cuando la niebla inducida por la adrenalina finalmente se desvanezca de su cabeza, pero por ahora está agradecido de que su cerebro pueda separarse del trauma el tiempo suficiente para impulsarlo a través de la tormenta.

Sintiéndose determinado a estar con la guardia alta, prestándole atención a cada nuevo detalle que se le presentaba.

El eco de sus respiraciones aceleradas llenaba el espacio, mientras cada paso de Kristoff resonaba en los rincones.

LOYALITET ✧  Glenn RheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora