Beomgyu volvió la tarde del domingo de su molesta labor de ayudar a su madre con las compras.
Pensaba que su cumpleaños tan sólo había sido apreciado por un beso en la frente por parte de su madre y el toque de Yeonjun sobre su cuerpo, pero se sorprendido al encontrar la casa llena de un olor delicioso a sandía, lo que le pareció que eran inciensos, globos rojos y azules en lugares estratégicos para darle un buen acomodo y algunas tiras de fiesta, sin embargo lo que llamaba su atención era el estuche de una guitarra con un moño rojo encima y una nota, además de otros regalos más pequeños alrededor.
Cuando se acercó para asaltar los solitarios regalos por descubrir, el sonido de diferentes voces cantando la canción de cumpleaños le hizo girarse.
Ahí estaban su madre, la madre y padrastro de Yeonjun y, por supuesto, Yeonjun, pero había más. Familia que no se había presentado ni acudido a preguntar cómo se encontraban meses atrás, cuando su padre había fallecido, familia paterna y materna que le valían un carajo.
Y ¡ah! Yeji, la chica que le había mostrado los senos a Yeonjun estaba ahí junto a su mejor amiga, Lía. La dulce Lía que era la más agradable que había conocido.
Por supuesto, él veía con disgusto a la pretendiente de su amigo, porque el hecho de que no hubiese estado bien aquella noche, no significaba que no recordara todo lo que Yeonjun le había dicho.
Sus entrañas se revolvieron y luchó por evitar que su entrecejo se frunciera.
No era sólo el disgusto de ver a una chica que le parecía demasiado avanzada para su edad –y él no iba a ver que estaba siendo igual–, sino también la parte de ver personas a las que les importaban un carajo su madre o él, o incluso su fallecido padre.
Sonrió forzadamente y se acercó cuando escuchó a su madre llamarlo al terminar la canción.
—Gyunnie, ven a cortar el pastel, anda…
Su madre pocas veces no lo forzaba a lavar sus manos antes de acercarse a cualquier cosa de comida, sin importar que fueran ingredientes o utensilios, pero parecía haberlo olvidado por una vez.
Se acercó sin mucha confianza y se apartó cuando algunas personas quisieron abrazarlo o besarlo.
Recibió con gusto las miradas disgustadas y ofendidas, pero no los comentarios que le dirigieron.
—Ah, te has vuelto muy maleducado, tu madre tendrá que hacer un mejor trabajo.
—¿Qué es lo que estás haciendo? No sabes el valor que tienen las personas que te vieron crecer, ¿no?
—Definitivamente tu madre es muy blanda, alguien tendrá que enseñarle a criarte.
—Necesitas un hombre que te ayude, él tiene que saber que el respeto no se ve así… —Ese último comentario hizo a Beomgyu girar para encontrar a la hermana adoptiva de su padre reprendiendo a su madre. —Mano dura, Mina. Jeonghan nunca la tuvo, por eso tu hijo es así, no le dieron buena formación.
Entonces su entrecejo estaba fruncido.
¿Con qué derecho podían ellos decir algo sobre su padre o madre, o la crianza que le habían dado, si sólo habían estado en los buenos momentos?
Nunca vieron las partes malas y Beomgyu jamás se dió cuenta de la importancia de eso hasta el último diciembre.
—Deja de dirigirte a mi madre. Todos ustedes… —Beomgyu señaló con el cuchillo de plástico. —Si tienen algo que reclamar tengo oídos, y si no les gusta, no sé para qué están aquí.
—Beomgyu… —Su madre reprendió, suave en comparación con los jadeos sorprendidos de su familia.
Se encogió de hombros y respondió:
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Youngblood.
أدب الهواةYeonjun creía que tenía seguro a Beomgyu cada vez que le escuchaba decírle te amo. Él estaba olvidando tanto mirar a Beomgyu mientras se divertía, que cuando se decidió a dedicar una mirada y una sonrisa al lugar donde Beomgyu lo esperaba, algo habí...