1.4 Lucca

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Este extra transcurre paralelo al capítulo 12 de "La melodía de nuestros corazones. Clave de sol".

Estaba a punto de cometer una locura. Por un momento dudé entre si era buena idea continuar u olvidarme del momento tan surrealista que había vivido esta tarde y volver al hotel en el que me estaba hospedando. Al fin y al cabo, solo iba a pasar dos semanas en Madrid para ayudar a Lexi con la boda y quedarme para el concierto de Queen. Conocer a alguien no entraba en mis planes, pero Noah me había llamado la atención de manera irremediable. Y no lo decía precisamente por el baño de café caliente que me había dado en plena calle a cuenta suya. No tenía nada que ver con eso.

Era un chico corriente. Su belleza no era algo impresionante, aunque tenía que reconocer que era bastante mono. Sin embargo, había algo en él que hacía que una vez que ponías los ojos sobre su persona no pudieses apartarlos. Gozaba de un magnetismo natural muy atrayente. No se parecía en nada a nadie que yo conociese. Era descarado, divertido y directo; sobre todo, muy directo. Y eso me gustó más de lo que me atrevería a reconocer en voz alta.

Supuse que tomarme una copa con él no sería un problema. De hecho, me apetecía mucho volver a verle. Tenía ganas de averiguar si finalmente había descubierto quién era yo o si, por el contrario, sería capaz de aguantarse la curiosidad hasta tenerme delante y poder preguntármelo de manera directa. Algo me decía que ese chico espigado no tenía mucha paciencia. Lo confirmé cuando llegué al bar a las once en punto y me lo encontré allí, sentado en una de las mesas del fondo, con su refresco ya por la mitad y totalmente abstraído en el teléfono móvil.

Movía los dedos sobre el teclado a una velocidad pasmosa. Parecía que estaba dentro de una burbuja y que el resto del mundo no existía a su alrededor. Ni siquiera reparó en cómo me acerqué y me senté en la silla libre que tenía delante. No fue consciente del repaso que le di sin molestarme en disimularlo, ni tampoco de la pequeña sonrisa que se me formó en los labios cuando le vi poner una mueca que me recordó a los pucheros que mi hermana menor hacía cuando tenía cuatro años y no conseguía lo que quería. Me resultó adorable. Así que decidí no molestarle y esperar.

Aguardé hasta que suspiró, satisfecho, y bloqueó la pantalla del móvil para dejarlo sobre la mesa. Dio un respingo cuando reparó en mi presencia. Tuve que aguantarme la carcajada que por poco se me escapa al ver como se llevaba la mano al pecho y mascullaba en voz baja una sarta de insultos que entendí a la perfección a pesar de que el español no fuese mi lengua materna.

—¿Cuánto tiempo llevas mirándome como si fueras un acosador?

—Un par de minutos. No quería distraerte, parecías muy concentrado.

—Estaba escribiendo. —Sus mejillas se colorearon ligeramente cuando se dio cuenta de que ese dato era algo obvio—. Estaba escribiendo una escena que se me ha ocurrido para mi nuevo libro.

La sorpresa tiñó mi mirada.

—¿Eres escritor?

—Ajá. ¿Quieres una foto? Te la puedo firmar si te hace ilusión.

Esta vez no pude aguantar la carcajada. Tenía que reconocer que su sentido del humor era brillante. No me esperaba que fuese a utilizar parte de nuestra primera conversación para parafrasearme, pero me gustó el juego que proponía. Era adictivo. Y peligroso, pero también lo era tirarse en paracaídas y la gente lo seguía haciendo.

—¿Siempre eres así?

—¿Así de maravilloso? Sí, incluso cuando duermo. Es un don natural. ¿Tú siempre haces tantas preguntas, Lucca Martinelli?

—¿Me has buscado en Instagram? —Sonreí. No me sorprendía. De hecho, estaba esperando un comentario de ese tipo. Sabía que no iba a poder contenerse y ni siquiera le conocía.

La melodía de nuestros corazones. Escenas extra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora