-cap. siete

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— Aquí vamos — se dijo a sí mismo para después comenzar a manejar hacia el edificio donde vivía Bianca, con el corazón latiéndole muy fuerte.

Durante todo el viaje hacia la casa de la rubia, estuvo tratando de controlar sus nervios. Le era irónico que para un partido importante no se pusiera así de nervioso pero para una cita si.

Cuando menos lo pensó, ya estaba estacionado enfrente del edificio donde vivía Bianca. Le mando un mensaje para avisarle que ya estaba afuera y se bajó del auto para poder esperarla bien.

Al cabo de unos minutos, la puerta principal del edificio se abrió dejando ver a Bianca, quien comenzó a caminar hacia Gavi con una sonrisa tímida en la cara. El sevillano, cuando la vio, se quedó embobado sin poder creer que fuera tan suertudo de que alguien como ella le hubiera aceptado una cita.

— Hola — Bianca lo saludó.

Esa era la primera vez que Gavi escuchaba a Bianca sonar tan tímida.

— Hola — el sevillano le devolvió saludó —. Te ves hermosa — le dijo sin pensarlo.

— Gracias, vos también estás muy lindo — ante las palabras de la rubia, Gavi pudo sentir como el calor se le subía a la cara.

— ¿Estas lista? — preguntó abriendo la puerta del copiloto para que Bianca pudiera subirse.

La argentina le sonrió y se subió al auto, para después subirse el mediocampista. Durante el viaje hacia el restaurante, donde había reservado, hablaban sobre lo que estuvieron haciendo las semanas, y Gavi siempre trataba de obviar el tema de que es futbolista.

— Por suerte me queda un final y ya estoy libre — termino de contarle la rubia sobre la semana apretujada que tuvo debido a los parciales y trabajos de la universidad.

— Me alegro de no estar en la universidad en estos momentos — le respondió Gavi sintiéndose un poco mal por todo el tiempo que la rubia debía dedicarle a la facultad.

— Tenés suerte — le dijo la argentina —. ¿Y que es lo qué haces específicamente?

Esa pregunta lo tomo de desprevenido, no sabía que responderle. Ni se le había pasado por la cabeza de que Bianca volviera a preguntarle sobre lo que se dedica y por ende no había pensando en una mentira para decirle.

— Eh... — habló mientras estacionaba el auto enfrente del restaurante —. Soy un ojeador — se pego una cachetada mental ni bien terminó de decir eso, pero fue lo primero que se le había ocurrido. "Serás gilipollas, Gavi" se dijo a su mismo.

— ¿Un que? — le preguntó la argentina bastante confundida.

— Identificó y me fijo en talentos jóvenes — le respondió tratando de explicarse lo mejor posible.

— Y supongo que trabajas para un club, ¿no? — Bianca le preguntó mientras los dos caminaban hacia la entrada del restaurante.

— Se podría decir — el sevillano se encogió de hombros —. No es muy conocido de todas formas, pero la paga es buena.

— Buenas noches — un señor en la entrada del restaurante los saludo —. ¿Tenéis reservación?

— Si — Gavi asintió con la cabeza —. Al nombre de Páez.

— Seguidme — el señor les dijo una vez que había verificado que tenían la reserva.

Los dos jóvenes lo siguieron hasta una mesa bastante alejada, pero mientras caminaban hacia la mesa muchas personas se voltearon para mirarlos. Gavi, en ese momento, se maldijo a si mismo por no haber elegido un restaurante mas desapercibido.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora