Capítulo 5

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Rush

La desaprobación desecharía los sacrificios que desempeñé desde que fui admitido a esta institución.

Sopesar esa posibilidad suscitaba una mortificación profunda a mi profesionalismo.

Penetré las cuatro paredes que retenían al resto de mis compañeros y me posé en los pupitres del fondo. Posterior a mi ingreso, la llegada de Evelyn atrajo el interés de varios colegas.

Desde un punto de vista objetivo, la actitud que adoptan es razonable.

Ella es una mujer interesante en todos los aspectos posibles, destaca tanto académica como socialmente. Posee un gran dinamismo. Gozar de sus cualidades fue lo que me atrajo hacia ella.

Pero no lo tenía todo.

En su carácter no abundaba la prepotencia y los rizos que adornaban su melena estaban adulterados.
Me gustaba el color de sus ojos, pero no eran mis favoritos.

Simplemente, no era ella.

El pedagogo de Robert, quien impartía la asignatura de Derecho tributario y financiero se personó en el salón con el característico semblante acibarado.

Separé la MacBook de mi portafolios para descansarla sobre mi tablero a fin de iniciar con los apuntes sintetizados del proyector expuesto en la pared frontal.

La mecanografía se extendió por una unidad de treinta minutos hasta concluir con el temario.

—Para finalizar el trayecto de este espacio, recolectaré los proyectos solicitados. – Notifica.

Me agazapo para retirar el vade que no ubico en mis cartapacios. Una ventisca de pánico se instauró en cada fragmento de mi pellejo.

—Axel. – Murmuré

—¿Qué pasa? – Se gira tras su espalda

—Mi proyecto. No está en mi maleta. – Me desespero

—¿Qué?

—Esto no está pasando. – Mis manos rebuscan con mayor vehemencia sin éxito.

—Debe estar por ahí.

—¡Te digo que no está! – Farfullo en voz baja

La apariencia del hombre cano me albea el visaje horrorizado establecido en mi rostro.

Dispuesto a demandar el proyecto que no tengo, el martilleo de la puerta lo detiene.

Mi profesor se encarrila con dirección a la salida en el momento en que una melena amarronada me despoja del oxígeno almacenado en mis pulmones.

Sujetaba entre sus manos el legajo azulado que contenía mi proyecto.

Hurtó en mi portafolios e intervino en mi carrera.

El bisbiseo que sostenían era muy poco audible desde mi distancia.

—Señorita Leeson, ¿Qué le trae por aquí?

—Rush se ha dejado el vade por un descuido.

—La consigna era realizar la entrega presencialmente. – La refuta

—Por favor, acéptelo. – Insiste

El hombre parece calibrar su oferta, pero lo admite.

—Agradezco su compromiso. – El señor cascado se despide con un asentimiento.

El movimiento que ejecutó mi cuerpo invocó la reprenda del Sr. Roberts.

—No le he autorizado a incorporarse de su sitio.

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