Capítulo 9

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 Capítulo 9

 Rush

Con los primeros albores de la mañana, me dispuse a prevalerme del clima para salir a trotar. Recorro los kilómetros del bloque residencial en tanto mi fuero interno se esfuerza en solventar la presión de buscar soluciones a un ciclo que tengo la incertidumbre de prolongar o cicatrizar. Mis pies aceleran de regreso a mi domicilio y me preparo para recibir la mirada desazonada que Lydia me dedica.

Apunto la atención hacia los trastes que enjabona con detergente.

—¿Tomaste a Lydia como chacha? – Me devuelvo donde Axel incrusta su atención en la MacBook

—Cierra la boca. – Me reprende desde la cocina

Abarco el salón con la mirada y me sorprende la velocidad en la que caigo al percatarme de su ausencia.

—¿Dónde está Julia?

Lydia se encoge de hombros y oteo el recibidor principal.

Su tardanza me azora y despabilo escaleras arriba para despojarme del equipo deportivo. Enjuago el fijador de mi cabello y uno los botones de mi camisa, palpo mis bolsillos y rozo la figura de porcelana que descansa sobre él.

Arrugo el entrecejo cuando percibo el tacto del accesorio. Contemplo embelesado el dije que descansa en mis dedos. Dejo escapar una profunda exhalación y el portazo del recibidor me impulsa a devolverme escaleras abajo.

Empuño la joya en la apertura de mis bermudas y la hallo de espaldas junto con Madison. No me tomo la molestia de recibirla, detallo la coleta que recoge su cabello y la curva de sus labios.

Sus emociones tienen un gran alcance sobre los demás, y eso rememora el dibujante mediocre que me considero a la hora de trazar sonrisas en su rostro.

—Hey – Mis pasos son lentos y precavidos, ella se percata de mi presencia y el giro de su torso me posibilita detallar las gotas de sudor que recorrían los bordes de su cabello.

Intercambiamos una ojeada fugaz y recibimos a Madison, quién tuvo la iniciativa de quedarse a cenar.

—Asique, ¿Regresaron al Tenis? – La atención de Axel se ve puesta sobre la chica pelirroja.

—Tratamos, sí. Julia es una mujer muy testaruda. – Varios pares de ojos recaen sobre la chica que se mantuvo en silencio en todo el trayecto de la comida.

—Es amable como una ortiga. – Agregó Lydia

—Cállate. – Replica por única vez

Me reservé a espectar la recién entablada disputa sobre la ausencia de Julia y el próximo campeonato universitario. Ella es una imagen importantísima para la Universidad en el aspecto deportivo, puesto que, parte de los fondos recaudados en dicho evento, se destinaban al mantenimiento de la institución.

Desemboto de mis cavilaciones cuando me percato de la mueca burlona que Lydia me obsequia.

—Tengo una buena, ¿Recuerdan el primer año de universidad? – Retomó la conversación – El aspecto de Rush era lamentable.

—Aún me pregunto por qué decidiste hacerte ese peinado ridículo. – Alex señala la parte superior de mi cabeza

—Mi Undercut es genial, cabeza de ladrillo.

Mi mejor amigo guarda silencio y me obsequia una mirada represiva.

—Eso fue grosero. – Lydia lo defiende

—Tu novio empezó.

—¿Qué tal si preparamos café? – Desde del extremo opuesto de la mesa, Madison desvía la conversación.

La mudez de Julia durante la cena disipó la amena conversación que se había instaurado en el comedor. Hastiado, dejo escapar una profunda exhalación. El golpe seco de los cubiertos sobre mi plato desvió la breve atención de los presentes.

—Tengo deberes que atender, buenas noches. – Me retiro de la mesa.

El sonido de mis mocasines sobre las escaleras es casi imperceptible, me veo impulsado a nadar sobre una corriente atestada de dudas que me rehúso a despejar.

Maldita cobardía.

El miedo es el peor enemigo de tu cordura y el que más dolor ocasiona a las personas. La peor desventaja de sentir miedo es la inconsciencia de nuestro proceder a la hora de tomar decisiones.

El miedo la jodió a ella y a nuestro noviazgo.

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