Alegrías y tristezas

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Tras el éxito en el festival provincial, vino un período de calma. Andie viajó a Cienfuegos, su ciudad natal y a su regreso prosiguió trabajando con nosotros. Siany y yo continuamos asistiendo a la Casa de Cultura, al igual que otras niñas. Recibíamos alguna que otra preparación, para no perder la costumbre, y comenzó el montaje de una pieza más sencilla. Me sentí feliz cuando supe que ya no tendría que bailar con Maricary.

Por otra parte, continué extrañando a mi papá, y mis hermanas ni se diga. Cuando comenzaron a preguntar por él, mamá les explicó lo que había sucedido. Pensé que no lo iban a aceptar, que llorarían y armarían perreta, mas no fue así. Shirley y Shaina lo acataron todo con mucha tranquilidad y madurez para solo tener cuatro años de edad. Mamá comenzó a llevarlas también a la Casa de Cultura para que Andie las enseñara a ambas. Resultó ser que las dos estaban muy entusiasmadas por aprender y aunque no tenían ni aptitud ni gracia, al menos se divertían y empleaban el tiempo en algo provechoso. Y créanme cuando que les digo que mis hermanas resultaron ser un desastre para el ballet. Shirley no tanto como Shaina. La segunda, era un tanto brusca en sus gestos, en cambio, la otra, imponía a sus movimientos tal gracia que daba gusto verla. Además del montaje que estaba realizando con nosotros, Andie decidió prepararles a ellas dos algo muy sencillo. Una especie de divertimento gracioso que al público le encantaría. Tan solo ver a esas dos chiquillas minúsculas sería todo un espectáculo.

Debo agregar que las relaciones entre los abuelos de Siany y mi mamá se estrecharon en gran manera, hasta el punto de que había fines de semana en que nos los pasábamos con ellos todo el día, y había otros en que Siany se iba a mi casa para jugar con las gemelas y Carmelo iba a recogerla en la tarde. Nos habíamos vuelto casi inseparables.

Me encantaba estar en la casa de Siany. Comparada con la mía, la de ella era un palacio con cuanto lujo pudiera uno imaginar. Claro, esa era la ventaja de tener a sus padres en el extranjero. Siany tenía hasta una computadora y un televisor para ella, en su habitación, y yo me la pasaba jugando todo el tiempo cuando estaba allá. También veíamos películas. Las gemelas se eran adictas a los dibujos animados de las Barbies, y Siany tenía toda la colección. No le voy a perdonar que les prestara las películas a las gemelas. Las ponían todo el tiempo en la casa y yo no sabía a quién odiar más, si a Barbie o a mi par de hermanas insoportables.

Mamá había encontrado una aliada y un paño de lágrimas en Alejandría, con respecto a la situación con mi papá. En una ocasión escuché, o mejor dicho, escuchamos Siany y yo accidentalmente una conversación de mi mamá con Alejandría. Mamá sollozaba y decía que extrañaba a mi papá, pero que no se preocupaba por ella en sí, sino por mis hermanas y por mí. Se lamentaba de estar sola a cargo de nosotros tres, pero al mismo tiempo parecía alegrarse de la partida de papá, y se quejaba de sus defectos y caprichos, principalmente de su prohibición de que yo bailara. Explicó a los abuelos de Siany como al inicio, el que él se marchara me había afectado de tal modo que yo ya no quería bailar, y por eso era mi actitud que nadie se explicaba antes del festival. Mamá había decidido no sufrir por papá. Saldría adelante por sí sola, y de cualquier forma lucharía porque a mis hermanas y a mí no nos faltara nada.

Cuando nos encontramos solos, Siany me preguntó:

_ ¿Extrañas mucho a tu papá?

Le respondí que si. Ella quería hacerme sentir bien, por ello me dijo:

_ Yo también extraño mucho a mi mamá y a mi papá.

_ Pero no es lo mismo._ le dije._ Tu mamá y tu papá viven afuera. Tú sabes que ellos están allá, y te escriben y te llaman por teléfono. Yo no sé donde está mi papá. Él se fue y parece que se olvidó de nosotros.

Siany no dijo nada más, otorgándome quizás la razón con su silencio. Solo me tomó una mano y me miró fijo, obsequiándome una de sus preciosas sonrisas.

CON LA FUERZA DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora