Confundido

4 2 0
                                    

Siany tardó unos días en incorporarse. Fue un período en el que me sentí un poco atontado. No podía explicarme exactamente porqué. Había estado algún tiempo sin hablarle y todo había sido normal, sin embargo, ahora que ella no estaba no me podía concentrar, me hallaba perdido. Antes, quizás no nos hablábamos, pero cada día Siany estaba allí. Esa parecía ser la diferencia.

Llamaba por teléfono a mamá dos veces al día y preguntaba por Alejandría y Siany. Todo indicaba que ambas continuaban afectadas por la muerte de Carmelo. Le pedía a mamá todo el tiempo que le dijera a Siany cuanto la extrañábamos y que deseábamos mucho que volviese pronto a la escuela.

Finalmente, al cabo de una semana, mi amiga regresó. Recuerdo que la recibimos con alegría, tratando de hacerla sentir bien. Pero Siany no tenía ánimos para risas. Apenas sí respondía a nuestros saludos y su rostro reflejaba claramente las huellas del llanto y el insomnio. El profesor Daniel Alejandro le dio la bienvenida al salón, pero también había notado el estado desfavorable de la chica:

_ ¿Te sientes bien?_ le preguntó.

_ Si, profe._ contestó ella.

_ No tengas pena si no te sientes preparada._ insistió el profesor temiendo que Siany, en un esfuerzo por cumplir, pudiera llegar a lesionarse.

_ No se preocupe profe._ dijo Siany con débil decisión.

Aunque no muy convencido, el profesor Daniel Alejandro le permitió tomar parte de la clase. Primero hicimos el calentamiento inicial en las barras, luego pasamos al centro del salón. Los varones comenzamos primero. Realizamos entrechats triples, seguidos por dobles sissonnes asambles, luego recorrimos velozmente el salón estirando las piernas en amplios jetés que alternábamos con precisos tour en'lair y cabrioles. Debíamos girar al centro y tras un batido de piernas hacia atrás, caer con una rodilla apoyada al tabloncillo y los brazos en una pose elegante y redondeada.

Las hembras comenzaron sus variaciones entrando en pas de bourré, con suaves ondulaciones de los brazos, a las que siguieron graciosos arabesques que concluían siempre en espléndidos empeines. Una leve carrera, parada sur les pointes, giro en attittude, triples sissonnes simples, passé, piqué, doble pirouette...

Siany trataba de estar al mismo nivel del resto de las chicas, pero no lo conseguía. Se retrasaba en los movimientos, no conseguía precisión en los giros y en las poses, incluso estuvo a punto de lastimarse, cuando ejecutó un salto y cayó de forma incorrecta sobre su tobillo. La clase se detuvo al instante y todos corrimos preocupados a socorrerla:

_ ¡Siany, no te muevas!_ ordenó el profesor Daniel Alejandro inclinándose sobre ella.

_ ¿Siany, te duele?_ pregunté yo con el nerviosismo colmándome.

_ ¿Puedes mover el pie?_ quiso saber Ludmila.

_ Estoy bien, estoy bien._ trató ella de calmarnos, y con cierto trabajo se puso de pie, sosteniéndose de Jero y Ghislaine._ Creo que no calenté lo suficiente._ agregó, tratando de sonreír.

Quiso reanudar, pero el profesor Daniel Alejandro no se lo permitió. Siany tuvo que conformarse con ver el resto de la clase sentada. El semblante no podía ser más melancólico. Nos miraba detenidamente, y podía advertir en aquellos ojos negros que seguían cada uno de nuestros movimientos, cuánto ansiaba bailar, pero la sombra gris que velaba su rostro manifestaba la indisponibilidad interior de cumplir tal anhelo.

Durante el resto del día, Siany no volvió a pronunciar palabra, ni siquiera tomó parte en nuestras charlas durante los minutos libres. Comprendíamos cuál era su estado emocional, solo que desconocíamos la magnitud del mismo.

CON LA FUERZA DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora