Mi nueva realidad

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Lo que más recuerdo del concentrado fue la sesión con los médicos que nos revisaron minuciosamente. Mamá siempre ha afirmado con orgullo que mi mis hermanas y yo tenemos salud de hierro, por lo que el examen médico no tenía por qué preocuparme. Había un montón de niños provenientes de todos los municipios de la provincia. Para mi tranquilidad, esta vez no fui el único varón. Allí conocí a un de chico que, cuando no estaba acompañando de Siany y Dánae, me unía a él. Su nombre era Ari, y venía del municipio Nuevitas. Ari se quedó fascinado por Dánae en cuanto la vio por primera vez. Estar una semana en aquella escuela en Camagüey, la que podría ser mi futura escuela en los próximos cinco años, me hizo pensar más las cosas.

¿Realmente quería alejarme de mi familia, de mi antigua vida y dedicarme a estudiar algo para lo que no había certeza de lograr alcanzar? Seamos prácticos. La vida profesional de un bailarín es relativamente corta. Si no te lesionas gravemente y te consagras en cuerpo y alma, se vuelve casi una esclavitud. Hay bailarinas que renuncian a tener hijos con tal de disfrutar al máximo su carrera y sacar lo mejor de ella. Era demasiado para un niño de solo nueve años que hasta hace unos meses, creía que se sería una gloria deportiva del kárate. Estar lejos de mamá, de mis hermanas, aunque la mayoría de las veces quisiera asesinarlas; dejar mi antigua escuela, dejar mi casa y sus comodidades, y que en lo adelante mi vida se volviera un constante practicar ballet. Vaya, era demasiado qué metabolizar en tan poco tiempo y lo cierto es que aquella idea comenzaba a perder atractivo... ¿Solo practicar ballet? Me empezaba a sonar un poco aburrido.

Resumiendo. Siany, Dánae y yo fuimos seleccionados para estudiar en la escuela vocacional de arte, en la especialidad de ballet clásico, nivel elemental. Esperaba que la noticia me alegrara más, pero mirando hacia atrás, ni siquiera puedo explicar cómo me sentía cuando lo anunciaron. Sé que me hizo mucho bien saber que Siany y Dánae lo habían conseguido, pero en cuanto a mí, no lo sé. Fue algo como: Ah mira, entré a la escuela de ballet. Qué bien. Como si fuera algo tan natural que no fuera necesario alegrarse ni armar algarabía por ello.

No hubo nadie que no se enterara de que me habían seleccionado para estudiar en la escuela de ballet de Camagüey. Mamá se encargó de hacerlo público. Y quienes no se enteraron por mi mamá, lo hicieron a través de mis chismosas hermanas. Lo cierto es que me vi reducido a una especie rara de celebridad a la que todos felicitaban y elogiaban su buena suerte mientras yo permanecía en una especie de nebulosa muy en plan: Me da igual todo lo que me estén diciendo ahora mismo. Lo mejor de todo, es que mamá me dejó ser y no me requirió en ningún momento a causa de aquella amargura insoportable que arrastraba como una pesada cadena. Quizás porque sabía que el tiempo se encargaría de limar todas aquellas angustias que me atormentaban.

Casi sin percatarme, el curso escolar terminó. Siempre fui un estudiante promedio. Mis notas, aunque no eran excelentes, tampoco eran desdeñables. Siany sí era un modelo estudiantil a seguir. Sus calificaciones eran envidiables. Ni siquiera tenía una por debajo de la máxima categoría. Mamá trató de hacerme ver la diferencia, pero yo tenía otras cosas en qué preocuparme. Por ejemplo, seguía carcomiéndome la idea de que dentro de dos meses iría becado a la escuela de ballet de Camagüey, eso significaba que ya no vería a mis compañeros de aula ni a mi maestra, y sobre todo, tendría que dormir fuera de mi casa, lejos de mamá y Shirley y Shaina. Aquella sola idea comenzaba a aterrarme. Jamás me había separado del lado de mamá por tanto tiempo.

Mamá se encargó de dejarme bien claro la situación. Yo debía empezar a desenvolverme por mí mismo, y la mejor forma era aquella. Además de no perder la oportunidad que se me había dado, ya era hora de comenzar a independizarme un poco. Mamá decía que ella no estaría siempre a mi lado, por tanto, yo tenía que aprender a arreglármelas un poco sin ella.

Me servía de consuelo el hecho de que Siany y Dánae estarían conmigo. Además, Alejandría y Carmelo prometieron estar al tanto de nosotros y visitarnos un día específico de la semana.

CON LA FUERZA DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora