–Está bien. Toma las llaves de mi apartamento. –Se las estaba entregando pero retrocedí la
mano. –Antes, quiero que me prometas que no miraras nada, que no tocaras nada y que no te detendrás en nada. Irás a por tu objetivo. Esto es una misión. ¿Estamos? –enarqué una ceja.–Estamos. –asintió con la cabeza en señal de afirmación.
Le di mi dirección y las indicaciones pertinentes para una vez entrado en mi piso, vaya al dormitorio y seguidamente al vestidor. Le entregué las llaves.
–Estaré en la universidad para el descanso para que puedas cambiarte.
–Así es.
–Si te vas ahora, podrás llegar solamente unos minutos tarde pero ya no serán la media hora que tardarías si irías a tu casa, tu misma a cambiarte.
Seguidamente, nos dimos un apretón de manos a la vez que asentimos cerrando por así decirlo, el trato.
Y ese era el motivo por el que me encontraba casi corriendo por los pasillos de la universidad por segundo día sin dejar pasar por alto el pequeño detalle de los pantalones mojados.
Toc, toc, toc. Pedí entrar, el profesor me miró con el ceño sufrido pero me dejó pasar sin reproches ni regaños.
Aliviada, me senté en mi pupitre con todas las miradas de mis compañeros. Alice y Tony me observaban con cara de perplejidad, nada más con detallar sus rostros sabía que tenían muchas interrogantes en sus mentes y que querían respuestas.
Pasaron las horas extremadamente lentas y tocó la campana que abrió paso al descanso que teníamos para ir a los aseos, hablar con nuestros compañeros, reponer fuerzas, almorzar, o cambiarnos los pantalones como yo.
Salí prácticamente corriendo hacia la entrada de la universidad sin dejar hablar a Alice y Tony que estaban dispuestas a preguntarme.
Me sentí mal por ellas, por dejarlas de esa manera tan brusca pero no podía perder más tiempo.
Llegué a la entrada y allí estaba él, esperándome con la espalda apoyada en la puerta del piloto del coche. Con los brazos cruzados delante del pecho y una bolsa en la mano derecha. Esa imagen me marcó y me quedé embobada por unos segundos pero enseguida quité todo pensamiento de mi mente. Y me dispuse a ir a su lado.
–Gracias. –le agradecí con una sonrisa que mostraba mis dientes.
Tenía la intención de irme para cambiarme los pantalones pero me cogió del brazo antes de que pudiese darme la vuelta, me rodeó y me atrajo consigo. Sus labios rozaron mi cuello en sentido ascendente y su voz ronca me hizo cosquillas en el oído.
Mi estómago se contrajo.–Creo que me merezco más que un simple gracias. Además, que sepas que esos pantalones te quedan mil veces mejor mojados. –me susurró al oído terminando la oración con
una sonrisa ladeada.Me sonrojé al instante. Me posicioné de cara a la suya y le pegué una bofetada. Ladeó un poco la cabeza en el sentido del que le dí el golpe.
Su expresión fue de confusión.–¿Qué coj...?
–Eres un cerdo. –le dije con todo el asco que experimenté en mi interior.
Me fui de allí a pasos agigantados con dirección al baño pero en la entrada estaban Alice y Tony. No me preguntaron nada, no comentaron nada, simplemente me condujeron a los aseos de chicas.
Dí gracias mentalmente por tenerlas a ellas. Sabía que ellas habían visualizado todo el pequeño espectáculo del aparcamiento.
Todo lo que había pasado allí, hizo que una oleada de inseguridad entrara en mi interior. No estaba acostumbrada a ese tipo de comentarios. Tengo una buena imagen de mi cuerpo pero eso no garantiza que no tenga demonios internos ni inseguridades que te hacen sentir como una mierda.
En el baño, me cambié y guardé el pantalón mojado en la bolsa.
Pensé que posiblemente me pasé dándole una cachetada pero no me gustó nada su comentario repugnante y esa fue mi reacción. No me arrepentí porque en verdad, se la merecía por capullo pero tampoco estaba contenta por mi respuesta, tal vez exagerada, ante aquella situación.
Nunca he sido una persona violenta, siempre he sido más partidaria del diálogo pero por un momento he perdido mis modales.
Salí y estaban en frente de mí, mis dos mejores amigas.
–No queremos agobiarte pero nos gustaría saber que acaba de pasar.
La voz de Tony expresaba serenidad.
–Sí, exacto. No todos los días vemos como una chica pega al chico más buenorro de toda la universidad. Normalmente, es al contrario, es decir, las chicas caen a sus pies como dios
griego que es. –dijo la rubia con tono gracioso.–¿Qué es? Más bien se lo cree –escupí sin medir mis palabras.
Le conté todo lo que había ocurrido desde la cafetería hasta hace quince minutos, con todo lujo de detalles.
–¡Qué gilipollas! –fue lo primero que dijo Tony.
–Posiblemente tiró el café sin querer. –se aventuró a decir Alice.
–Oh, por favor. No lo defiendas. Obviamente que lo arrojó encima de mí adrede.
El coraje salió antes que mis palabras.
–Puede ser la verdad. Quizás se tropezó porque estaba absorto mirando tu belleza –Explicó Tony.
¿Mi belleza? Me reí internamente.
Estaba claro que él no se fijaría en mí pero tampoco quería que lo hiciera, ¿no?.
–Vale, sí, a lo mejor fue un accidente pero como ha actuado ahora, ha sido…
–¿Inconscientemente? –terminó de decir Alice.
–¿Qué? No. Por supuesto que no –dije con un tono más de enfado.
Me exasperé y me fui porque no quería enfadarme con ellas. No tenían culpa de nada.
Volví a la entrada y observé que se había marchado ya que su coche no estaba estacionado.
No me sentí mal por él. Y mi dignidad iba antes que ir detrás de él y pedirle que me perdonara por haberle pegado; cuando aquí quien me tiene que pedir perdón por ese desagradable comentario, es él.Ahora mis sentimientos hacia ese ser ya estaban claros, y los que más destacaban eran: desconfianza, aborrecimiento y desagrado.
20 de Enero.
Ellen Martínez.🗽🤍
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SIN QUERER, QUERIENDO
Novela JuvenilUna chica normal y corriente, Ellen Martínez, se muda a Nueva York con la intención de estudiar el nuevo año en la Universidad de Columbia, donde conoce a Alice y a Tony, sus dos mejores amigas y al chico más popular y egocéntrico de toda la región:...