¿Existe la casualidad? Llámalo destino, casualidad, Dios, como tú quieras. Pero el destino de cada individuo definitivamente está escrito y no hay nada ni nadie que lo pueda cambiar.
Ellos se encontraron en el momento justo, en el momento adecuado...
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Hyori salió de la habitación de Jimin con una taza vacía donde había preparado un te para que el joven pelinegro se tranquilizara.
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Jimin lloraba sin parar, ella solo dejó que soltara todo ese llanto, le sugirió, fuera a descansar un poco mientras ella iba a la cocina a preparar un té para que se sintiera mejor.
Platicaron por largo rato. Jimin le contó lo sucedido momentos antes fuera de su casa, y también el hermoso fin de semana que habia pasado a lado de ese desconocido que le regaló los momentos más bellos de toda su vida. "Pero nada es para siempre" dijo el joven con voz triste y melancólica.
Hyori lo escuchó y le dió algunos consejos, después de que el chico se quedó dormido ella salió de la recámara.
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Hyori bajó a la cocina, dejó la taza sobre la tarja y acto seguido tomó el teléfono inalámbrico sentándose en una de las sillas, marcó el número de su gran amiga. Esperó en la línea hasta que su llamada fue tomada.
—Hola...si soy yo. ¿Cómo has estado Laisha?...me alegro mucho...no, no está bien, ahora él está triste...seguramente se molestará conmigo por haberte llamado pero creo que necesita de ti ya que eres lo único que tiene...oh, me alegro que vengas pronto...está bien no le diré nada, de acuerdo, nos veremos pronto.
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Lunes.
Jimin se despertó cuando escuchó los leves toquidos a su puerta. —Adelante.
Hyori entró con charola en mano servida con un rico desayuno, eso hizo sonreír a Jimin, mientras se enderezaba para sentarse sobre la cama.
—Buen día mi niño. —saludó la mayor mostrando una amable sonrisa.
—Buen día Hyori. No debiste molestarte, pude haber bajado a desayunar contigo. —dice seguido de un bostezo.
—Quiero consentirlo. —respondió entregando un vaso con jugo.
—Gracias.
—Espero que se sienta mejor esta mañana.
—Si, gracias Hyori, me siento mucho más tranquilo gracias a ti. —dice tomando la mano de la mayor. —Ven, siéntate. —la mujer se sienta a la orilla de la cama. —Realmente me sentí mejor después de que te conté todo lo que había pasado.
