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─¿Leo con quién tanto hablas?

─Con Evaristo.

─¿Y quién diablos es Evaristo? Quedé bien confundida desde hace rato.

Catalina no entendía nada de lo que estaba pasando, creía que Leo estaba hablando solo, pero no era así, estaba hablando con los fantasmas que le acompañaba. Y ella no los podía ver.

─Catalina, ya te expliqué.

─¿Y cómo es ese tal Evaristo?

─Es un alebrije... Pero tú no puedes verlos.

─Leo... ─habló medio asustada. ─¿Entonces hay... Fantasmas?

─Básicamente.

─Ay Dios ¿Por qué no lo avisaste desde el principio? ─se tapó los ojos con sus manos.

─Oye tranquila. ─se rió y le destapó los ojos. ─No pasa nada.

─¿Seguro por qué-

─Boo. ─evaristo le susurró y le tocó los hombros, claro que ella no lo veía, sólo pudo sentir una presencia rara, como alguien soplandole en el cuello y su espalda fría.

─¡AHHH! ─se abrazó del muchacho.

─¡Ya, Evaristo! ─le regañó. ─Nomas anda jugando déjalo.

─Está bien. ─lo soltó. ─Ya me voy a calmar. Mi abuela siempre me decía que hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos.

él volvió a reír. ─Hay que seguir buscando, ven.

Caminaron un poco más, dirigiéndose al templo de los chaneques. Pasaron por la presa, que estaba vacía gracias a los leñadores. El brujo les iba explicando todo, ya las cosas cobraban más sentido.

Luego al acercarse más, vieron a quienes parecían ser Nando y Diego, desde luego se notaba que estaban metidos en problemas. Cómo era de esperarse.

─Es Diego. ─le dijo ella. ─Hay que ayudarles. Seguramente Nando está ahí también.

─Sí.

Leo le ayudó a subir la soga, dónde andaba Nando trepado.

─No me hagan nada, no me coman. Debo saber muy mal, o peor porque me hice pipí. ─decía nando tapándose la cara asustada.

─Nando. ─leo le tocó el hombro y nando pegó un grito.

─¡Chisguete! ─lo abrazó. ─Ya sabía que no te ibas a querer perder esta aventura.

─No quiero perder a ninguno de ustedes Nando, venir aquí fue una tontería.

─Es peligroso. ─habló catalina. ─Hay fantasmas.

LA TRENZA, leo san juanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora