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Puebla de los Ángeles 5 meses después

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Puebla de los Ángeles
5 meses después

Desde que llegó Catalina a Puebla, todas las personas que conocían a Leo le hacían cumplidos sobre la muchacha tan bonita que se había traído.

Aunque los dos siempre aclaraban que no eran nada más que amigos, porque por el momento sí lo eran. Aún recuerdan cuando los dos salieron juntos por primera vez, solamente ellos dos, que las personas del pueblo les preguntaban si eran novios. Leo decía que sólo eran amigos, y Catalina decía que sólo les ayudaba en la panadería.

Ese día, los dos iban a hacer unas compras a la plaza. Y aunque ellos daban a entender que no eran más que amigos, de igual manera demostraban lo contrario. Porque Catalina iba sujetandose del brazo de Leo.

─¿Pa' cuándo la boda pues? ─habló el señor de la tienda.

─Que cosas don, si ni somos novios. ─responde catalina.

─Ay ajá, háganse tontitos.

leo rió. ─Mejor ya despachenos.

Luego de comprar algunas cosas, regresaron de nuevo a la panadería. Dónde vieron a Nando platicar con un niño.

─Hola, ya regresamos. ─dijo ella.

─Ay que bien, porque ya no aguanto el sueño. ─empezaba a alejarse.

─A ver Nando. ─leo lo detuvo. ─Son las once de la mañana. ¿te vas a ir a dormir?

─Pues sí ¿Que hace la gente cuándo tiene sueño?

─Ay Nando, si serás-

─Sale chisguete, quedas a cargo con Catalina.

─Este Nando tarado. ─murmuró molesto. ─Si quieres yo cuido. ─le dijo a la chica.

─Te acompaño, además no tengo nada que hacer.

─Está bien, si quieres.

La mañana y aparte de la tarde sí estuvo medio agitada, sobre todo porque la gente entraba y salía buscando pan de muertos, ya que estaban empezando a hacer sus ofrendas para sus difuntos, que empezarían a llegar desde esa noche: 31 de octubre.

Pero ya eran las siete de la tarde, el ambiente se estaba poniendo un poco más tranquilo, sí seguían llegando las personas a comprar, pero ahora con menos frecuencia.

─¿Y Nando? ─pregunta leo, acordándose que no lo habían visto desde la mañana.

─Ah, me dijo que iba a ir a comprar cena.  ─responde catalina. ─Creo que allá debe de andar.

─¿Apartaste nuestros panes de muertos?

─Sí, pan de muertos bien calientitos... Los panes pues no los muertos.

LA TRENZA, leo san juanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora