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Se habían alejado ya un poco, al menos hasta alejarse de todo el ruido. Iban en silencio, porque Catalina no respondía nada de lo que la muchacha le iba diciendo.

Solamente podía pensar, en que ya nunca iba a volver a ver Leo San Juan. Ni siquiera se dió cuenta de cuando se empezó a interesar tanto en él. Simplemente creía que parecía un buen muchacho, de esos que te escuchan de verdad.

Catalina ya no lo pensó más y de echó a correr de nuevo hacia el lugar.

─¡Catalina regresa! ─se fue persiguiendola hasta que la alcanzó. ─Ya no podemos ir ahí, Fausto me dijo que te llevara a tu casa.

─Por favor... ─le suplicaba. ─Es que Leo-

─Ya Catalina, ¿Por qué te importa tanto? Ni siquiera lo conoces, nadie lo conoce, llegó aquí apenas ayer.

─Es que tú no lo entiendes. ─se sentó en una roca. ─Además también le prometimos a Diego que íbamos a rescatar a su papá.

ella se sentó a su lado. ─Ya no puedes hacer nada. ─puso su mano sobre su espalda. ─Deja que se encarguen ellos.

─Pero quieren volar el templo en pedazos. Ahí hay muchas personas atrapadas... Leo también quedó ahí, todo por sacarnos a nosotros.

─Lo siento mucho.

─Además... Él me recuerda tanto a Pedro. ─suspiró. ─Lo mismo le pasó con los chaneques, yo lo ví con mis propios ojos. Por eso no quiero que a nadie más le pase lo mismo.

─Pero es peligroso regresar, sobre todo para ti.

─Te digo algo, pero por favor no se lo digas a Fausto.

─Confía en mí.

─Sinceramente no me importa que algo que pase, prefiero morir ahí que casarme con él.

─Ay niña.

La muchacha vió como Catalina tapó su cara con sus manos para empezar a llorar. Le causó lástima, sobre todo lo que dijo de Fausto, que prefería morir en lugar de casarse.

─Está bien, vamos.

─Ay gracias. ─la abrazó.

Corrieron hasta llegar con los demás.

Y justo cuando Catalina iba llegando de nuevo al lugar, vió como Leo también se acercaba montado en su caballo.

─Es Leo. ─sonrió en grande, mientras se abrazaba con diego.

─¡Despierta Nando! ─lo sacudía diego para que despertara. ─Aquí está Leo. ─al ver que no despertaba, lo único que se le ocurrió fue darle una cachetada, al menos lo hizo despertar.

─Chisguete... ─enfocó más su vida. ─¡Chisguete, estás vivo! ¡Lo sabía!

─Leo. ─catalina fue hacia él y le ayudó a subir al caballo, luego se dieron otro abrazo. ─Nos asustaste bien cabrón a todos.

LA TRENZA, leo san juanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora