Capítulo 5

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La búsqueda de la Flor Lunar llevó a Luna a los rincones más oscuros y misteriosos de la aldea. Siguió pistas y rastros, confiando en su instinto y habilidades como botánica para encontrar la planta legendaria. Cada paso la acercaba más a su objetivo, y la emoción en su corazón se mezclaba con la ansiedad.

Finalmente, un día, Luna se encontró ante una majestuosa cueva escondida en lo profundo del bosque. Una suave y misteriosa luz brillaba desde su interior, y una sensación de asombro la envolvió. Sabía que había llegado al lugar que tanto había buscado.

Con pasos cautelosos, entró en la cueva y se encontró con la maravilla más impresionante que había visto en su vida. En el centro de la cueva, bañada en esa mágica luz, estaba la Flor Lunar en toda su gloria. Sus pétalos brillaban con una luminiscencia suave y sus formas eran elegantes y etéreas.

Luna se acercó a la Flor con reverencia y admiración. Sabía que esa planta tenía el poder de curar incluso las heridas más mortales y, en ese momento, entendió el valor que tenía. Tomó unos pocos pétalos con sumo cuidado, asegurándose de no dañar la planta sagrada.

Con los pétalos en su posesión, Luna sintió una mezcla de alegría y aprehensión. Había logrado encontrar la Flor Lunar que tanto necesitaba para salvar a su hermano, pero también sabía que significaba que pronto tendría que partir de la aldea.

Al regresar a la mansión de Madre Miranda con la Flor en sus manos, Luna encontró a la líder de la aldea esperándola con una mezcla de emociones en su rostro. La mirada de Madre Miranda se posó en los pétalos de la Flor Lunar, y entendió lo que significaba para Luna.

Madre Miranda sabía que Luna ya había encontrado lo que buscaba y que pronto tendría que regresar a su aldea natal para salvar a su hermano. Aunque deseaba con todas sus fuerzas que Luna se quedara con ella, comprendía que tenía un deber y una responsabilidad con su familia.

En el silencio compartido entre ambas, Luna prometió a Madre Miranda que volvería, que no era un adiós definitivo, sino un "hasta pronto". Sin embargo, en el fondo de su corazón, Madre Miranda temía que fuera la última vez que vería a la joven botánica.

La última noche de Luna en la aldea fue agridulce. La atmósfera estaba llena de amor y deseo no expresado. A medida que el tiempo se acercaba al momento de la partida de Luna, Madre Miranda no pudo evitar ceder a sus sentimientos y, antes de que pudiera contenerse, besó a Luna con pasión.

El beso fue un acto de despedida y de entrega, pero también de esperanza. Era una forma de decir "te esperaré" sin palabras. Luna sintió la intensidad del beso y supo que significaba más de lo que las palabras podían expresar.

Con el corazón lleno de emociones encontradas, Luna partió al amanecer, llevando consigo los pétalos de la Flor Lunar que salvarían a su hermano. Prometió regresar y cumplir su promesa, mientras que Madre Miranda se quedó en la aldea, afligida pero con la esperanza de que un día, el destino volvería a reunirlas.

Después de una emotiva despedida con Madre Miranda y la aldea que ahora consideraba su hogar, Luna se embarcó en un largo viaje de regreso a su aldea natal. El barco surcaba las aguas, y mientras se alejaba de la costa, Luna no podía evitar sentir un nudo en su garganta. Había dejado atrás a la mujer que amaba, pero tenía la esperanza de que su destino estuviera entrelazado con el de Madre Miranda.

Una semana después, finalmente, llegó a su pintoresca aldea, un lugar alegre y lleno de vida, muy diferente a la oscura aldea que había dejado atrás. La naturaleza exuberante y las risas de los niños llenaban el aire. A pesar de la alegría que encontró en su hogar, su corazón seguía anhelando la presencia de Madre Miranda.

Encontró a su hermano acostado en su cama, luchando por mantenerse consciente. Luna se apresuró a preparar un té especial con los pétalos de la Flor Lunar que había conseguido en la aldea de Madre Miranda. Cada movimiento estaba lleno de determinación y esperanza mientras vertía el agua caliente sobre los pétalos y permitía que el aroma embriagador se liberara en el aire.

Con manos temblorosas, Luna llevó la taza de té a los labios de su hermano, quien lo bebió lentamente. Los segundos parecieron eternos mientras esperaban que el poder curativo de la Flor Lunar surtiera efecto.

De repente, su hermano dejó escapar un suspiro de alivio. Sus ojos, antes opacos y sin brillo, se iluminaron con vitalidad. Se sentó en la cama con una sonrisa, sintiéndose más vigoroso y saludable que nunca.

Luna se sintió abrumada por la alegría y el alivio que invadieron su corazón. Había funcionado; la Flor Lunar había salvado a su hermano.

Ambos se abrazaron con fuerza, sintiendo la conexión y el amor entre ellos. Su hermano le agradeció a Luna por su valiente esfuerzo y determinación. A pesar de la tristeza de separarse nuevamente, él comprendía que Luna tenía asuntos importantes que atender.

Sin embargo, cuando llegó el momento de hablar sobre el futuro, Luna sintió un nudo en su garganta. Sabía que tenía que volver a la aldea y a Madre Miranda, pero también sabía que su lugar estaba junto a su hermano y su familia.

"Hermanita, siempre te llevaré en mi corazón", le dijo su hermano con ternura. "Ve y cumple tu propósito en la aldea. Yo estaré aquí esperando tu regreso y apoyándote en cada paso que des".

Con lágrimas en los ojos, Luna asintió con gratitud y amor. Su hermano la entendía y la apoyaba en su misión. Prometió regresar pronto y mantenerse en contacto mientras se abrazaban una vez más antes de su partida.

El corazón de Luna estaba lleno de sentimientos encontrados mientras volvía a abordar el barco y se alejaba de su aldea natal. Había encontrado la Flor Lunar y había salvado a su hermano, pero ahora estaba dejando atrás a su familia nuevamente, pero para quedarse alado de la mujer que amaba.

Durante el viaje de regreso a la aldea de Madre Miranda, Luna reflexionó sobre todo lo que había experimentado. Su corazón anhelaba la presencia de Madre Miranda, y se preguntaba si la enigmática líder sentiría lo mismo por ella. Sin embargo, nunca imaginó que regresaría a la aldea, el lugar que antes solo era un destino de paso, pero que ahora se había convertido en su lugar especial. El lugar en el que estaba la mujer que amaba.

 ℓα ƒℓσя ℓυηαя -  eɴ edιcιóɴ ✖ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora