Final

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Los días siguientes al regreso de Eva fueron mágicos para Luna, Madre Miranda y la pequeña niña. A medida que pasaban más tiempo juntas, Luna y Eva se volvieron inseparables. La joven botánica encontró una alegría incomparable al jugar con Eva en los jardines de la mansión y enseñarle sobre las diferentes flores y plantas que adornaban el lugar. La risa y la felicidad resonaban en el aire mientras madre e hija disfrutaban de su tiempo con Luna.

Madre Miranda se sentía en una nube de felicidad, y cada vez que veía a Luna, sus ojos brillaban con un amor que no podía ocultar. Luna también se sentía abrumada por la dicha de tener a Madre Miranda y a Eva en su vida. Su amor por ellas crecía con cada día que pasaba.

Una noche, mientras el cielo se pintaba de estrellas, Madre Miranda y Luna se encontraron en el jardín de la mansión. La luna brillaba sobre ellas, iluminando su amor secreto.

Madre Miranda tomó las manos de Luna en las suyas y la miró con ternura. "Luna, mi amada, has traído luz a mi vida y has devuelto a mi hija a mí. No puedo imaginarme un futuro sin ti a mi lado. ¿Te gustaría ser mi pareja en esta vida, en la luz y en la oscuridad?"

Las lágrimas de felicidad llenaron los ojos de Luna mientras asentía. "Claro que sí, con todo mi corazón. Quiero estar contigo siempre, protegiendo la aldea y amándote cada día más".

Cada vez que Luna estaba ocupada con sus investigaciones sobre las propiedades de la Flor Lunar, Madre Miranda observaba a escondidas desde la distancia. Su corazón se llenaba de felicidad al ver a Luna interactuar con Eva. Era evidente que la joven botánica se había convertido en una figura materna para la niña, y esa visión conmovía profundamente a Madre Miranda.

En una cálida tarde de verano, Luna y Eva se encontraban en el patio trasero, recogiendo flores para hacer una ofrenda en el templo de la aldea. La pequeña niña miraba con asombro cómo Luna seleccionaba cuidadosamente las flores más hermosas y cómo las arreglaba en un hermoso ramo. Juntas, caminaron hacia el templo con el ramo en las manos.

Madre Miranda observaba en silencio desde la ventana de su estudio, maravillada por la conexión entre Luna y Eva. Para ella, verlas juntas era como presenciar un milagro, un recordatorio de que a veces la felicidad llegaba sin ser esperada. En x

Cuando Luna y Eva regresaron a la mansión, Madre Miranda las recibió con una sonrisa en el rostro. "¿Cómo estuvo su visita al templo, queridas?" preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

"Fue maravilloso, Miranda", respondió Luna con entusiasmo. "Eva hizo una hermosa ofrenda y aprendió mucho sobre las flores y su significado".

Eva asintió con entusiasmo. "¡Sí! ¡Luna me enseñó todo sobre las flores! Y ahora quiero aprender más de ella".

Madre Miranda observó con cariño cómo Luna tomaba la mano de Eva, prometiendo enseñarle todo lo que sabía. Era un gesto lleno de ternura y dedicación, y eso solo reafirmaba lo que Madre Miranda había sentido en su corazón durante mucho tiempo.

Pasaron los años y su amor solo creció más profundo con el tiempo. Se convirtieron en esposas, unidas por un lazo inquebrantable que trascendía lo terrenal. Eva creció rodeada de amor y cariño, y veía a Luna como a una madre, compartiendo un vínculo especial que las unía para siempre.

La relación entre Luna, Madre Miranda y Eva floreció aún más. Madre e hija habían encontrado un amor genuino en Luna, y Luna había encontrado en ellas una familia y un hogar al que pertenecer. Las tres se sostenían mutuamente, encontrando fortaleza en su unión y en el amor que compartían.

En noches tranquilas, cuando la aldea dormía, Luna y Madre Miranda se sentaban en el jardín, mirando las estrellas y compartiendo sus sueños e inquietudes. En esos momentos íntimos, se permitían ser vulnerables y honestas el uno con el otro, fortaleciendo aún más el vínculo que los unía.

El amor que Luna y Madre Miranda compartían en secreto llenaba la mansión de una energía especial, como si el lugar estuviera impregnado de su amor y afecto. Las risas de Eva resonaban por los pasillos, creando un ambiente cálido y acogedor.

En su corazón, Madre Miranda sabía que nunca había sido tan feliz como lo era ahora, con Luna y Eva a su lado. La idea de que Luna pudiera haberse ido de la aldea era una oscura pesadilla que había quedado atrás, reemplazada por la luz y la esperanza que su amor les proporcionaba.

Y así, en la oscuridad y el misterio, el amor de Luna y Madre Miranda floreció en secreto, creando una familia unida por el lazo más fuerte de todos: el amor incondicional que sentían una por la otra y por la pequeña Eva. Juntas, enfrentaron los desafíos que les deparaba el destino y protegieron la aldea con el poder de su amor, prometiendo estar juntas por siempre.

FIN

 ℓα ƒℓσя ℓυηαя -  eɴ edιcιóɴ ✖ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora