V. Hombre lanzado a la realidad

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A Wei WuXian le tomó varias semanas recuperarse de sus heridas.

Se vio postrado en cama hasta que los huesos se fijaron en su lugar correcto, lo que acarreó algunas molestias menores en el caminar, aunque, logró ocultarlo con un andar más regulado y largas túnicas.

La revelación frente a la pérdida de su núcleo dorado no fue un secreto para nadie. Aunque no confesó la razón de su eliminación. Los sanadores inquirieron una y otra vez, pero Wei WuXian había decidido guardar el secreto hasta el día de su muerte, así que se fue por las ramas y alegó amnesia debido a la tortura. Si bien, no tenía recuerdos de muchos de los hechos traumáticos en los últimos meses, aún era víctima de las memorias de aquella operación.

Jiang Cheng se enteró de su pérdida. No tuvo un segundo pensamiento al respecto o relacionar eso con la recuperación total de su núcleo derretido. No. Decidió asumir que, al igual que él, había sido capturado por Wen Chao y sus hombres, golpeado por la Mano que derrite núcleos.

Wei WuXian le permitió vivir en esa mentira.

Siendo un asunto delicado, que no podía salir a la luz tan descuidadamente, Jiang Cheng le alegó que hiciese de cuenta que nada ocurría. Aún era capaz de utilizar su espada en medida de lo posible y hacer uso de talismanes y matrices; eso podría servir por un tiempo, o eso dijo.

Sin embargo, las palabras fueron pronunciadas de tal manera en que Wei WuXian comprendió que solo sería necesario e indispensable mientras pudiese hacerse útil. Pronto comenzó a cuestionar sus decisiones precipitadas y el amor que tuvo por alguien a quién consideró un hermano pero que, a partir de la muerte de sus padres, se volvió frío, hostil y distante.

Wei WuXian supo que, aunque Jiang WanYin no lo dijese, lo culpabilizaba por el ataque a su secta natal.

Dio una mirada complicada a la bandeja con comida. A los ingredientes en los que consistió el guiso y la precariedad en los complementos, debido a la escasez de productos. Sabía que debía estar agradecido por la comida proporcionada, pero, apenas probar bocado, su estómago protestaba, y muchas de las veces devolvía cuando su lengua reconocía el intenso sabor de la carne.

Se había arruinado permanentemente, ni siquiera el aceite más picante o los condimentos lograron hacer algo para engañar a su mente.

Tras lidiar con algunas arcadas, buscó la palangana de agua fresca y se lavó el rostro. Su piel era palida y enfermiza, las marcas bajo sus ojos eran de un intenso negro y parecía más muerto que vivo. Y, en realidad, se sintió de esa manera. Pero, nadie pareció ver el problema en manos, ya que estaban en medio de una guerra. Y todos tenían esa apariencia: un poco muertos, un poco desesperanzados en su semblante.

El agua goteó por la barbilla y hasta el pecho. Advirtió las cicatrices y marcas sobre la piel y apretó la túnica con tanta fuerza que se cortó la respiración. Nunca había vestido de manera tan apropiada, los Lan estarían impresionados de su pulcritud. Desafortunadamente, se debió a las razones incorrectas.

Muñequeras de cuero se apretaron por encima de las mangas anchas para ocultar los cortes y cicatrices en los brazos, y el cuello alto desvaneció la atención a la marca que subió por la línea de la mandíbula. El negro y el rojo eran buenos para ocultar la sangre. El morado oscuro era apropiado, pero poco a poco se vio incómodo con esas prendas.

Nadie se dio cuenta de que algo había pasado, y Jiang Cheng tomó por broma los comentarios casuales sobre el Luanzang, y supo que hablar de eso sería una molestia, y no le interesaría a nadie.

Un gato callejero se infiltró en el campamento. Su tienda estaba lo suficientemente apartada de la del resto debido a las espeluznantes pesadillas que le atormentaban noche a noche. Ni siquiera los talismanes silenciadores pudieron hacer algo contra los alaridos de Wei WuXian, por lo que terminó de aislarse. El felino maulló, y ronroneó al restregarse entre sus piernas. Su pelaje era blanco, aunque, debido a los conflictos y el tiempo en la calle adquirió un tono gris polvo, y hubo algunas manchas de suciedad, que Wei Ying limpiaba cada noche.

Amar todas las partes de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora