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Soho, 2029

Anthony caminaba por las calles del Soho, silbando y tarareando una canción que había escuchado en el radio del Bentley. Llevaba puesto lo que había comenzado a usar desde hace seis años, el atuendo típico de algún maestro de universidad con su suéter de cuello alto y una chaqueta de mezclilla.

El clima hoy estaba excepcionalmente fresco, algo raro para la ola de calor que estaba azotando Londres este año. El pelirrojo levantó la mirada y sonrió.

Al ángel no le agrada el calor, y eso se nota hasta aquí.

Finalmente llegó a la puerta de la librería, esa que desde que el ángel se fue para siempre había cambiado de nombre y propietario para ahora llamarse El Jardín del Edén, propiedad de Anthony J. Crowley. Crowley, o Anthony como hoy prefería que lo llamaran, insertó la llave en el agujero de la puerta, abriéndola de forma tradicional y no con un chasquido de sus dedos como siempre lo había hecho. Sabía que Muriel estaba dentro haciendo inventario de los libros junto con Gabriel y Beelzebub, trabajando como los seres humanos en los que se habían convertido desde la "Gran Guerra" que se basó en 70 demonios tratando de atacar una pobre librería junto a Shax.

El tiempo los estaba tratando bien a todos, y se lo merecerían. Justamente hoy se cumplían seis años desde ese fatídico día, el día en el que Anthony recibió todo lo que había soñado y le fue arrebatado segundos después. Aziraphale se marchó con Metatron sin dudarlo mucho, y lo último que Crowley vio de él fue su espalda, cuando el demonio estaba junto a su auto esperando hasta el último momento en el que el ángel cambiara de opinión.

Si Crowley era honesto contigo mismo, que es algo que siempre trata de hacer desde que asiste a terapia, no le guarda ningún tipo de resentimiento a Aziraphale. Él sigue pensando que el ángel es su alma gemela, pero si Aziraphale no piensa lo mismo, es algo que no está en sus manos y simplemente lo que le quedaba por hacer era dejarlo ir. Dejar ir 6000 años de amistad. Dejar ir a su compañero de vida. El dolor que sintió al principio era casi igual que estar sufriendo la pérdida de alguien que había muerto. Era justo como se imaginaba el proceso del duelo de un humano al perder a su ser amado.

Se había sentido vacío, por años.

Soho, 2023

Crowley había visto muchas cosas que le habían roto el corazón, pero esta, la de Aziraphale dándole la espalda para regresar al cielo, lo destruyó por completo. No era solo observar al ángel abandonarlo, sino observar cómo Aziraphale escogía al cielo de nuevo. Justo cuando Crowley pensaba que existía la posibilidad de que existieran, juntos. Se sentía un idiota por haber sentido esperanzas, por haber dejado que dos humanas le dieran el valor suficiente para confesar eso que ambos sabían desde hace muchos miles de años.

Cuando el ascensor abrió sus puertas, no le quedó más que observar a su alrededor. Muriel acababa de entrar a la librería, con el libro que le había obsequiado bajo el brazo. También podía sentir los ojos de Nina sobre él a través de la ventana de la cafetería.

Subió al auto y lo encendió, mientras el Bentley reproducía "A Nightingale Sang in Berkeley Square". Apagó el radio de inmediato. Tenía la cabeza hecha un lío. Tenía el corazón roto. Ni siquiera le alcanzaba la energía para pensar en conducir sobre el límite de velocidad.

– ¡Oiga! ¿Qué demonios pasó?-  Nina salió de su cafetería y caminó rápidamente hacia Crowley, con una expresión de preocupación poco característica en su rostro.

Crowley pensó en acelerar. No tenía razones para darle una explicación a Nina. Pero no, necesitaba a alguien. Bajó del auto y trató de mostrarse poco afectado. 

Atentamente, Anthony J. CrowleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora