Atentamente, Anthony J. Crowley

4.

(En este capítulo veremos un poco del punto de vista de Louis, haremos un poco de introspectiva en la mente de Crowley; y visitaremos a cierto ángel en el cielo. El nombre de arcángel de Aziraphale es Aziraphael, se pronuncia tal como se escribe, Azi-raphael. [no quiso esforzarse mucho] Espero lo disfruten!)

1 hora antes del almuerzo con Nina...

El señor Harrison no podía dejar de sonreír mientras llevaba de la mano a Anthony, caminando apresuradamente para llegar a la florería. Abrió la puerta con su mano libre, negándose a dejar de tocar al pelirrojo más de lo necesario.

– Te ves emocionado- Comentó Anthony al entrar.

Louis procedió a dejar sus llaves sobre el mostrador, aún sin soltar la mano de Anthony– Lo estoy. He estado esperando toda la mañana para hacer esto

Al decir eso, Louis giró rápidamente y tomó a Anthony por la cintura, acercándolo a él y tomando sus labios en un beso. Era un beso suave, tierno y se sentía exactamente como un beso debía sentirse. Anthony se dejó llevar al principio, poniendo sus manos sobre el pecho del rubio y cerrando los ojos poco a poco.

Quizá era algo cruel, pero trataba de seguirle el paso.
Pasó una cantidad no razonable de siglos esperando por algo que nunca consiguió, y ahora no tomar lo más parecido que estaba a su alcance sonaría algo... ¿desagradecido? No lo sabía, ya ven, con todo eso de que cuando Dios cierra una puerta abre una ventana.

Louis era tan similar, pero al mismo tiempo tan diferente al ángel, que existían momentos en los que a Crowley estaba a punto de explotarle la cabeza, literalmente. Louis era rubio, de ojos y claros y sonrisa cálida. Un ángel en una versión limitada rubio dorado y ojos verdes, aunque al florista jamás le comentarían que está vestido como un dandy del siglo antepasado. Vestía de forma parecida al ángel, pero adaptado a la moda del momento. Usaba pantalones de khaki, camisas de colores pastel y zapatos Oxford de piel.

Louis era atrevido, y mientras que con el ángel Crowley siempre tuvo que dar el primer paso en todas sus interacciones, con Louis era distinto; él siempre iba un paso adelante de Crowley. Louis era... refinado, de extenso vocabulario y gran amor por los libros y el buen vino, pero no rechazaría una invitación a beber hasta el hartazgo en un mugriento pub de Londres con Crowley. "Lo importante es la persona, no me importa salir a bailar en un basurero mientras seas tu quien baila conmigo."

Louis no temía cada vez que Crowley mostraba un avance en su relación. No salía corriendo ante una pequeña invitación a escaparse juntos. Y sobre todo, nunca escogería un bien común antes que al amor de su vida. Louis era la persona que el terapeuta le había dicho a Crowley que necesitaba; un ancla, un elemento constante y totalmente desprendido en su vida que le daba exactamente lo mismo (o incluso más) de lo que Crowley le entregaba.

Para Crowley, era algo refrescante. Tan refrescante que no podía dejar de extrañar. De extrañar rechazos, de extrañar titubeos y dudas. De extrañar a quien no dudó en abandonarlo las veces que fue necesario para dañar su relación completamente.

El ángel fue su mejor amigo. Pero ahora si la pregunta se presentara, Crowley diría que no lo conoce. Podría decir que lo conoció cuando estaban juntos, pero para el momento en el que confesó sus sentimientos, el ángel había cambiado, mientras que Crowley no. Era irónico. Crowley siempre era a quien le decían que iba demasiado rápido, que olvidaba demasiado rápido, y que se aburría de las cosas demasiado rápido. Pero había encontrado en el ángel a ese ser que encajaba con él perfectamente, se entendían sus chistes, podían conversar por horas desde un punto de vista muy similar, existían alrededor uno del otro tan bien que Crowley siempre los imaginó como dos piezas de rompecabezas para las que no existían repuestos. Solo eran ellos dos. Eso no bastó, y cuando Crowley trató de mantener las cosas como estaban, o incluso llevarlas a un lugar más sólido en el cual establecerse, se dio cuenta de que el ángel había cambiado.