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La cafetería "Denme Café o Denme la Muerte" era un lugar bastante peculiar, característica propia de un establecimiento que se encuentra en el Soho y es propiedad del señor Aziraphale Fell. Y hoy, a diferencia de todos los martes por ahí de las doce del mediodía, estaba llena a más no poder. No era que el negocio fuera mal (gracias al señor Fell), sino que esa hora era la asignada para que Crowley, Beelz, Gabriel y Maggie tomaran el almuerzo junto a la dueña de la cafetería, así que gracias a un aparente milagro solo aparecía alguna que otra persona con intención de comprar un café para llevar.

Ahora mismo, Nina estaba patinando rápidamente de una mesa a otra, moviéndose como la brisa entre los clientes. Se sentía realmente agradecida por la sugerencia de Crowley, que le había mencionado un día sobre la impresionante eficiencia que mostraban aquellos establecimientos que se unieron a la moda de los meseros en patines.

Las mesas de la cafetería estaban decoradas por decenas de personas. Nina volteo inmediatamente hacia la puerta cuando escuchó la campana sonar, temiendo que se tratara de más clientes.

Suspiró aliviada cuando se dio cuenta de que se trataba de Muriel, Beelzebub, Gabriel y Crowley, o como a ella le gustaba llamarlos, "El clan de los libros".

– Buen día chicos, ¿podrían esperar un momento? Como pueden ver el lugar está lleno...- Nina se alejó de nuevo y desapareció detrás del mostrador, entre las cafeteras y sus tazas.

Los ojos amarillos de Crowley escanearon el lugar. El señor Brown estaba tomando el té con su "mejor amigo", aquel tipo de la tienda de instrumentos tomaba el almuerzo con sus hijos, y Mrs. Sándwich estaba recibiendo un gran pedido para sus chicas, de pie justo junto a la chimenea.

Anthony sonrió. Se le acababa de ocurrir una idea brillante.

– Muriel, sabes que hacer.- Anthony le dio un pequeño empujón a Muriel, que corrió hasta el area en la que Nina guardaba los extintores.

– ¡FUEGO! ¡SALGAN TODOS, MALDITA SEA!

En ese momento todas las personas que estaban en la cafetería corrieron a la puerta, saliendo en una sola fila. Anthony sonrió.

– ¡Por aquí por favor! ¡Humanas y humanos pequeños primero!- Muriel estaba parada en la puerta mientras guiaba a todos a la salida, y evidentemente se había puesto su traje de Inspector Constable con un milagro.

Nina salió de la trastienda con una charola llena de tazas de café y pastelillos. Se quedó helada al ver que la cafetería estaba vacía, Muriel estaba guiando todos a la salida y Anthony estaba gritando "¡Fuego fuego!" como un maldito desquiciado.

– ¿Y ustedes qué demonios acaban de hacer?- preguntó Nina una vez que todos los clientes salieron de la cafetería.

Frente a ella estaba el Clan de los Libros. Todos a punto de explotar en carcajadas.

– No puedo creer que sean capaces de causar una conmoción solo porque quieren un boca- Fue interrumpida por Maggie entrando también al lugar. Se veía asustada.

– ¡Oh, por todos los cielos Nina! ¡Cuando dije que los deslumbraras a todos con tus postres no me refería a que causaras un incendio!- Maggie corría por todos los lados.– ¡¿Dónde cielos están los extintores?!

Donde cielos.

Un incendio... Anthony hizo lo posible por evadir la ola de nostalgia que lo invadió.

¡Aziraphale! ¿Dónde cielos estás, idiota? ¡No puedo encontrarte!

Por un momento se sintió de regreso a ese momento. Se vio a si mismo en el suelo de la librería después de ser golpeado por los intentos de los bomberos por acabar con el fuego, con las cenizas del que alguna vez fue su hogar a su alrededor.

Tuvo que quedarse callado por un momento.

– Maggie... No hay incendio, mi amor- Nina dejó los postres que llevaba sobre la mesa y se acercó a Maggie.

– ¡Ay por Dios! ¡Casi me causan un paro cardíaco!- Maggie se tomó el pecho mientas respiraba pesadamente.

– Nah, solo se trata de tus tres idiotas amigos

– ¡Oye, estamos justo aquí!- Reclamó Beelzebub.

– Si, por eso lo dije. Ya que ahuyentaron a todos mis clientes, solo me queda fingir que no estoy molesta e invitarlos a almorzar.

Todos tomaron asiento en una de las mesas más grandes, Nina y Maggie en un lado, Beelzebub y Gabriel (pegados como un chicle, como siempre) en el otro lado, y Anthony y Muriel en los lados restantes.

– Creo que ya es hora de sacar de la soltería al padre y a la niña- Comentó Nina al estar sirviendo los croissants y ver los únicos dos lugares que sobraban en el resto de la mesa.

Maggie estaba repartiendo las tazas. – Mhm... Me parece que el señor Crowley ya se te adelantó.- Le guiñó un ojo a Anthony.

– ¿Le conseguiste novio a Muriel?- Nina le sonrió a Muriel... que se puso roja como un tomate.

– ¡No! ¿Qué rayos?- Crowley se cubrió la cara con las manos, tratando de esconderse de la situación.

– ¿Novia entonces? Yo sabía que tenías buenos gustos, Mur- Nina rió.

– ¡No! No... yo no- Muriel hizo lo mismo que Anthony.

– Dejen de acosar a la pobre Muriel. ¿Que no ven que es la bebé del grupo? ¡Es como la hija de Crowley, por dios!- Gabriel intervino por primera vez en toda la conversación, ya que había estado muy ocupado devorando su croissant.

– Si, la hija que el ángel abandonó. ¿Por lo menos te paga la manutención, Crowley?- Preguntó Beelzebub antes de apuñalar su croissant. – Aunque sería mejor que pagara tus citas con el psicólogo.

– ¡Hey! Silencio Beelz, ese es un tema delicado para Crowley.- Gabriel le dio un codazo a Beelzebub, haciendo que lo mirara amenazante.

– Oye, cerebro de fideo, ¿qué demonios te pasa?

Crowley golpeó sus manos contra la mesa – Un almuerzo- murmuró. – Un maldito almuerzo normal es lo único que pido.

Todos se quedaron callados.

– Ahora todos disfrutaremos nuestro almuerzo, y mi vida amorosa, o la de Muriel no volverán a ser mencionadas, o su jornada de trabajo ascenderá a cuatro horas, ¿entendido, estrellitas?- Habló Anthony, claramente molesto.

– ¡Nina empezó!- Respondió Beelzebub.

– Pero yo sirvo los postres y el café.- Nina alzó sus hombros y se sentó a comer.

Estaban comiendo pacíficamente, hasta que a la brillante Maggie se le ocurrió mencionar al señor Harrison.

– ¡Oh! Deberías presentarnos al señor Harrison formalmente algún día de estos, Crowley

El sorbo de café que acababa de tomar no logró pasar de su garganta.

Maggie Service... - Susurro amenazante, apretando su tenedor hasta el punto de deformarlo.

– ¡Whoopsie! No sabía que era un secreto- Maggie siguió comiendo alegremente, sin importarle mucho la tormenta de preguntas para Crowley que acababa de desatar.

– Deberías contarles

– Hmm. No les interesa, míralos, ni siquiera han levantado sus manos para hacer preguntas.

En ese momento Gabriel, Beelzebub, Muriel y Nina levantaron sus brazos al mismo tiempo.

Ay por el amor de Dios...

Atentamente, Anthony J. CrowleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora