Capítulo 3

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Cinco años antes

Melania

Ansiedad, cansancio y estrés.

Son las únicas palabras con las que podría describir los siguientes meses, solo podía esperar el día en el que cumpliera mi primer año siendo comandante suprema, para luego esperar el segundo y seguir así por el resto de estos largos años, seguir esperando que esta tortura terminara, pero mi lado positivo intentaba verle las mejores cosas a todo.

Los días se habían convertido en una monotonía en su máximo esplendor, las únicas cosas emocionantes de mi día era el tiempo que pasaba con Mía y las conversaciones que tenía con Alexander.

Levanté con tristeza la vista para recorrer con la mirada la que ahora era mi oficina, ¿En qué momento todo se había vuelto tan rutinario?

Aunque debía de agradecer que por fin existía un poco de relajación y paz en el ambiente, todo estaba sumamente tranquilo.

Admiré el silencio que me permitía escuchar las gotas de lluvia que dejaban a Antares en una neblina gris, o por lo menos así era desde mi oficina.

Papeleo, cartas por responder, solicitudes por aceptar o por negar, informes por llenar y lo peor de todo no era la brumadora carga de trabajo la cual parecía jamás terminar, ¡Sino que todo esto necesitaba mi firma!

A mi lado estaba Flórez, intentando mantenerse despierto o tal vez intentando no parecer tan dormido, pero para mis adentros sentía envidia de la tranquilidad que poseía el chico, se veía tan sereno, tan relajado... Pero al mismo tiempo tan cansado.

Su cabello negro como la misma oscuridad caía por su frente, sus pestañas eran largas y su mandíbula estaba marcada, parecía como si su rostro fuera una armoniosa combinación de rasgos.

¿Qué mierda estoy pensando? No, Melania, contrólate.

Sacudí mi cabeza en un intento desesperado de apartar todos los pensamientos en los cuales estaba observando al chico a mi lado dormir, nuevamente, dirigí toda mi atención a la tortura administrativa que tenía en frente con la esperanza de terminar algún día.

Al cabo de unas cuantas horas después, el bello durmiente a mi lado decidió que su descanso por fin tendría que llegar a su fin.

-¿Dónde estoy?-dijo un poco adormilado.

-En la cárcel.

Asustado, levanto su torso del escritorio y sacudió un poco su cabeza, luego le dio un pequeño vistazo a la oficina hasta que se encontró con mi sonrisa burlona.

-¿Con qué la cárcel?-dijo sonriendo y parándose de su silla.-Sabes... Deberíamos salir, ya hemos hecho demasiado.

-¿Hemos?

-Has hecho demasiado.

Él me agarro de la mano para probablemente arrastrarme con él, pero se detuvo al oír mis quejidos.

-Por favor Melania, ser comandantes no significa que vamos a dejar de vivir-dijo prácticamente arrastrándome hacia la salida de la oficina.

El aire fresco golpeo con suavidad mi rostro como una señal de libertad, gracias a los pasillos se podía apreciar la naturaleza que rodea al distrito y por primera vez en meses me sentí libre.

El vicecomandante caminaba con paso acelerado, con emoción y nostalgia de ver a su equipo y deporte que tanto amaba, por otro lado, estaba yo mirando por todas partes en una búsqueda de la castaña que vivía junto a mí.

En mitad de camino Mía llego corriendo y se posicionó a mi lado, y como era de esperarse, Alexander también se fue corriendo donde estaban sus amigos.

Por si te casas conmigo [Youngs#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora