Foolish, un viajero que va de pueblo en pueblo vendiendo esculturas y baratijas, conoce en una noche estrellada a un joven misterioso de brillantes ojos amatistas.
- Fooligetta
- Historia corta
- Solo se shippea a los cubitos!!!
Comenzada: 23/9/23
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Cuando el sol termina por esconderse, dando sus últimos brillos al bajar y desaparecer entre las colinas, la noche llega por fin. Cual reloj cuya alarma acaba de sonar, las tiendas comienzan a cerrar por el día, la gente se alista para ir a sus hogares, los animales buscan refugio en sus madrigueras y el silencio reclama su reinado. Para Foolish, un trotamundos, la noche era su señal para admirar la paz. A él siempre le gustó quedarse un poco más tarde que los demás, en cada pueblo o reino que visitó, paseando por las silenciosas calles, donde ni un alma aparte de la suya podía ser escuchada. Como alguien sin un lugar fijo, quien había adoptado al mundo en sí como su hogar desde que abandonó el suyo al cumplir la mayoría de edad, Foolish admiraba cómo los sitios que visitaba pasaban de concurridos y bulliciosos a callados y vacíos. Era un contraste increíble, pensaba, y nunca estuvo de más para él tomarse un tiempo para admirar el paisaje antes de guardar su pequeño puesto de artículos para vender (desde baratijas, esculturas y variedades; premios u objetos que consiguió durante sus travesías, así como también creaciones mismas).
Sin embargo, lo que a Foolish más le gustaba de las noches eran (y siguen siendo) las estrellas. Tan lejanas y brillantes, pintando el cielo y haciendo compañía a quienes decidían aventurarse en los brazos de la oscuridad. Cuando emprende sus viajes son ellas su fiel guía, su brújula, contándolas todas las veces que puede, incapaz de terminar al ser éstas infinitas. No le importa este último hecho realmente, es más, le fascina que aquellos astros fulgentes no tuviesen fin, pues le brindaban tantas posibilidades, nuevas constelaciones e incluso leyendas aún por descubrir.
— Beautiful... — susurra, notando la belleza de esa noche en particular, pues incluso podría atreverse a decir que las estrellas lucían más brillantes de lo normal.
Continuó guardando las cosas que no pudo vender hoy, aunque se sentía orgulloso de que, en sí, había sido un día productivo. Apenas llevaba una semana en ese reino, pero haciendo cuentas podía ganar lo suficiente para mantenerse y, en un mes, irse a un nuevo lugar. Al agarrar una de sus esculturas, una estrella hecha de arcilla tan pequeña pero muy hermosa, Foolish escuchó pasos y sintió la presencia de alguien frente a él. Alzó la vista y retrocedió un poco, pues desconocía las intenciones de la persona escondida detrás de una capucha.
— ¿Aún está a la venta? — dijo aquel extraño, con una voz cansada y apuntando la estrella con una de sus manos, escondida en un guante blanco.
Foolish agarró su escultura con recelo pues pensó que era raro que, a altas horas de la noche y luciendo sospechoso, alguien apareciera de repente y le preguntara sobre un objeto cuando, evidentemente, él ya había cerrado su puesto. El desconocido bajó su brazo al no obtener respuesta, quizá siendo consciente de que toda la situación era muy sospechosa de por sí. Vuelve a alzarla, mas esta vez para agarrar su capucha y, por fin, quitársela.
Apenas y Foolish descubre a la persona que se escondía detrás de ello, la sensación de intimidación que tuvo por breves momentos cambia a una de sorpresa... e interés. Lo primero que nota es el cabello azabache que juguetea con el viento; luego, la sonrisa leve y cándida que deslinda por completo de la primera impresión que tuvo de él; por último, pero no menos importante, unos ojos violetas, como amatistas, con un brillo especial que lo dejan estupefacto por lo hermosos y llenos de vida que estas transmitían. Incluso podría jurar que las estrellas estarían maravilladas de ser reflejadas en esos orbes que lo cautivaron al mirarlo con interés.