Capítulo 4

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Capítulo 4



―Buena chica ―susurró en mi oído―. Ahora abre tus piernas para mí, t/n.

Escuché con claridad sus palabras, pero mi mente no las procesó hasta que sentí sus dedos acariciar mis muslos unos momentos antes de que me moviera con facilidad para colocarme al centro de la enorme cama. Tragué saliva, volviendo en mí, y lo observé comenzar a deshacerse de su pantalón y la camisa blanca que llevaba.

Contuve mi respiración, que no se había normalizado, al detallar su cuerpo entero. La parte superior de su figura destacaba incluso con la ropa, aún así me sorprendió la forma en que se marcaba su abdomen perfectamente plano. Sus hombros eran grandes y le daban una apariencia que sería la envidia de cualquier hombre y sus brazos combinaban de manera perfecta con su tamaño, terminando en unas manos grandes, que entonces tenían las venas más marcadas que de costumbre, de seguro por la situación.

La zona inferior de su cuerpo me impresionó incluso más. No les había prestado tanta atención, pues solía usar pantalones holgados, pero me quedó claro que el dios que lo había bendecido no se había olvidado de los músculos de sus piernas, que parecían tan resistentes como para poder correr una vuelta al mundo. Siempre se hablaba de que las piernas eran uno de los atractivos más poderosos de una mujer, pero cualquiera que viese a ese hombre sabría que no se limitaba a ellas.

Eso sin contar lo que ocultaba la última prenda que cubría su cuerpo. Llevaba un bóxer negro que parecía pequeño en comparación al cuerpo que lo vestía, en el que sobresalía una semi erección que logró hacerme temblar al recordar el miedo que había sentido al pensar si sería doloroso cuando entrara en mí.

Toji ignoró mi mueca de espanto para subirse él también a la cama, de rodillas, y colocarse entre mis piernas para luego atrapar mis tobillos con ambas manos.

―¡E-espera! ―pedí, asustada.

Respondió obligándome a abrirme para él, como había dicho, de manera que mi intimidad quedó por completo expuesta ante su mirada. Un sonido agudo, nervioso, emergió de mis labios al sentir el frío del aire chocar contra esa zona que segundos antes había estado ardiendo.

―Quédate así.

Otra vez ese tono de imposición que era imposible de desobedecer.

Yo llevé mis manos a mi rostro en un intento por contener la vergüenza que sentía. De nuevo mis inseguridades atacaron y los recuerdos de toda la educación que había recibido transitaron por mi cabeza. ¿Cómo había pasado de ser una mujer que anhelaba ser la esposa perfecta a una mujer que estaba completamente abierta de piernas para un desconocido? No, no era solo una desconocido, era el enemigo del clan donde crecí, un hombre que no tendría reparos en tratarme de la forma más descarada posible.

―¿Por qué tan tímida? ―se burló―. No hay razón para que te avergüences con un coño tan hermoso como el que tienes.

Llevó sus manos a mis muslos y separó aún más mis piernas, haciéndome gritar de la impresión, como si le provocara incluso más placer el saber que me estaba humillando.

―Cualquier hombre salivaría al ver un coño así ―continuó―: rosado, hermoso y completamente húmedo. Aunque la diferencia con otros hombres es que yo lo tengo a mi disposición.

―C-cállate ―logré apenas quejarme sin que mi voz se resquebrajara.

Sentía mis ojos arder al igual que el resto de mi cuerpo.

Muñeca rota [ Toji Fushiguro y tú | +18 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora