Capítulo 19

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Mateo y Juana fueron los primeros en llegar al jardín de los mil colores, allí encontraron a Lucía, sentada en el suelo, devastada. La chica lloraba y se lamentaba tras lo ocurrido. Al ver a los dos hermanos, sus llantos fueron a más, no podía soportar dar la cara mientras sabía que no había cumplido con su parte de lo planeado.

Sin embargo, Mateo y Juana se acercaron a la joven con una gran sonrisa dibujada en sus caras.

—La he fastidiado, chicos. Lo siento mucho, no he podido cumplir. Además, ahora me tienen secuestrada en la realidad.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Juana.

—El doctor que se encargaba de Nisha, mis sospechas eran ciertas, él formaba parte de los hurtacuerpos. Lo peor es que ahora, encima, me tiene atrapada allí y no voy a poder volver para impedirle que se salga con la suya y nos haga desaparecer a Nisha y a mí.

—No, Lucía, no es cierto.

—No intentes apoyarme, Mateo. La he echado todo a perder. Ya no hay vuelta atrás, nunca más podré ver a Nisha.

—Lucía, tranquilízate, escúchanos, por favor —insistió Juana.

Pero Lucía no era capaz de aceptar ninguna réplica. Ella se encontraba tumbada, bocabajo en el césped, con las manos que cubrían toda su cara. Los chicos intentaban calmarla para explicarle todo lo que había sucedido, pero resultaba prácticamente imposible.

Mateo se acercó a ella e intentó agarrarla de la mano, pero la chica ya no quería luchar. Lo había perdido todo y no aceptaba dar un paso más.

—Lucía...

Una tercera voz se sumó a la de los hermanos. Contaba con un tono melódico, muy parecido al que ella recordaba de Nisha, pero sabía que procedía de su imaginación. No era real, no podía serlo.

Alguien la abrazó por la espalda. Lucía reconoció entonces un olor a coco muy característico. ¿Cómo era aquello posible? ¿De dónde procedía ese olor? A pesar de tenerlo tan cerca, se negaba a aceptarlo. No era probable, con seguridad volvía a soñar, incluso si ya se encontraba en el mundo onírico.

—Lucía, soy yo, Nisha.

A la chica se le erizó la piel, aquel susurro penetró en cada uno de sus sentidos. La frase que llegó a sus oídos le pareció tan real, que esta vez tuvo que darse la vuelta para comprobarlo.

Y allí estaba ella, con su pelo rojizo intenso. Lucía se secó las lágrimas para poder verla bien. La miraba fijamente, no podía apartar sus ojos de aquel rostro enternecedor para corroborar que se trataba de Nisha, la verdadera y única. La palpó. Era ella.

—¡Nisha!

Lucía se abalanzó sobre Nisha y la abrazó muy fuerte. No la quería soltar, llevaba mucho tiempo, varios meses en el mundo real y un momento indefinido en el mundo onírico, enzarzada en una búsqueda casi imposible para encontrar a su amada y, en esos instantes, fue ella quien la encontró allí, en el jardín de los mil colores.

Las dos se besaron, tenían tanto tiempo que recuperar que necesitaban sentir que estaban vivas y juntas. Estuvieron un rato allí, enlazadas, sin mover un solo músculo.

—Ejem... —Mateo se carraspeó la garganta—. No quiero interrumpir este emotivo encuentro, pero... Un poquito de pudor, por favor.

Las chicas sonrieron. Una mezcla entre alivio y estrés que se tradujo en carcajadas entrecortadas. Sabían que el chico lo decía en broma y que para nada le molestaba aquel momento que vivían Nisha y Lucía, pero no pudo evitar romper el silencio.

Mi luz en la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora