Acecha en la carretera

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II

Me encontraba en medio de la noche, conduciendo por una solitaria carretera. Una densa niebla se había apoderado del paisaje, reduciendo mi visión a apenas unos metros. El camino estaba sumido en un escalofriante silencio, interrumpido únicamente por el suave roce del viento contra mi vehículo.

De repente, una luz parpadeante llamó mi atención en el retrovisor. Miré hacia atrás y vi un coche que se aproximaba rápidamente. Su luz era brillante y deslumbrante, como los faros de un vehículo de emergencias. A medida que se acercaba, pude notar que no era un coche común y corriente. No tenía placas ni ninguna señal distintiva. Solo era una imponente máquina envuelta en misterio.

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando el coche me rebasó con gran velocidad. Lo seguí con la mirada mientras se alejaba en la distancia, pero de repente, sin previo aviso, desapareció. El miedo se apoderó de mí y aceleré mi automóvil, sintiendo la inquietud crecer dentro de mí.

Seguí conduciendo durante unos minutos hasta llegar a un pequeño pueblo. Las casas estaban todas oscuras y no había señales de vida. Me estacioné cerca de un parque y salí del coche, buscando respuestas. Me adentré en el parque y una extraña sensación de peligro me invadía. Mis instintos de supervivencia estaban en alerta máxima.

De repente, escuché un ruido detrás de mí. Me giré rápidamente y pude ver una sombra acercándose. Me escondí detrás de un árbol y observé con atención. La silueta se acercaba lentamente, moviéndose de manera sigilosa. Podía sentir mi corazón latiendo tan fuerte que pensé que iba a salirse de mi pecho.

La sombra se detuvo justo enfrente de mí. Pude distinguir una figura alta vestida con un traje oscuro. En su mano llevaba un objeto que brillaba a la luz de la luna. Era un cuchillo afilado y reluciente. El asesino se giró hacia mí, sus ojos penetrantes me miraron directamente.

Enfrenté mi destino con valentía. No iba a dejarme intimidar por aquellos ojos fríos y maliciosos. Miré a mi alrededor, buscando una salida, una oportunidad para escapar. Fue entonces cuando vi una pequeña ventana en una de las casas cercanas. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia allí, sintiendo el aliento del asesino en mi nuca.

Logré entrar a la casa y cerré la ventana detrás de mí. Apenas me dio tiempo para recuperar el aliento cuando sentí un fuerte golpe en la puerta. El asesino estaba decidido a terminar conmigo. Busqué desesperadamente una ruta de escape y encontré una escalera que llevaba al sótano.

Bajé las escaleras con cautela, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Mis pasos resonaban en la oscuridad. En el sótano, descubrí una antigua puerta metálica. La abrí rápidamente y me encontré en una sala llena de monitores y equipos electrónicos.

Allí, en medio de la oscuridad y el silencio, encontré la respuesta al misterio. Aquel desconocido, aquel asesino, estaba utilizando este pueblo como su campo de experimentación sádica. Observaba a sus víctimas a través de las cámaras de seguridad, esperando el momento oportuno para atacar.

Decidí actuar y poner fin a su perverso juego. Tomé un hacha que se encontraba en uno de los rincones de la sala y subí de nuevo al exterior. Me enfrenté al asesino, nuestras miradas se cruzaron una vez más. Pero esta vez, yo tenía el control de la situación.

Con un rápido movimiento, golpeé al asesino con el hacha, dejándolo inconsciente en el suelo. Las sirenas de la policía comenzaron a sonar al fondo, anunciando el final de aquella pesadilla. Miré una última vez al asesino y supe que había puesto fin a su reinado de terror.

En aquel pequeño pueblo, encontré el misterio más escalofriante de mi vida. Pero también encontré mi determinación y valentía. A partir de ese momento, supe que no habría ningún misterio, por oscuro que fuera, que no pudiera enfrentar y superar.

El Visitante NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora