Valentina se dejó caer en la blanda y suave cama de su cuarto de la casa de sus tíos, cerró sus ojos y suspiró, disfrutando esa calma después de ayudar a su tía a la cocina, dejando su bolsa, de donde salieron Tiro y Pujó, los diablillos de Xochimilco que eran ahora sus compañeros y amigos.
Parecía que la vida de Valentina García Trejo era siempre estar de pata de perro, de un lado para otro; sus primeros 6 años de su vida había estado en sur de Guanajuato, donde creció con su padre Gaspar y su madre, Luisa, una mujer conocida por su bondad y gentileza, pero especialmente por su fama y conocimiento de plantas y flores curativas, con las personas mestizas, quienes no podían pagar por los servicios de un médico.
Tras la repentina muerte de su mamá por una misteriosa enfermedad, su papá decidió que no podían seguir viviendo en aquella casa pequeña por los recuerdos agridulces que se habían dado en ese lugar, así que se habían mudado al norte de Guanajuato, haciendo que las distintas minas donde podían ofrecerle trabajo su padre fueran más cercanas a su vivienda. Esto trajo en consecuencia que aquella niña de 6 años, tuviese que crecer y endurecer su carácter.
A los 12 años, había perdido a su padre en la explosión de la “Mina de Dolores”, tras que este buscará detener a su ex patrón, quien quería abrir el portal entre la vida y la muerte para revivir a su prometida; tras esta aventura donde recibió la ayuda de Leonardo San Juan, el héroe de Puebla y Xochimilco, quien la auxilió para limpiar el nombre de su padre, fue llevada a Morelia por la madre Clara, una de las integrantes del Convento Dieguino, el cual estaba a cargo del orfanato de Guanajuato, a quedarse con sus tíos, Héctor Trejo, hermano de su madre y Socorro, su esposa, junto a sus primos, Jorge y Pedro, los gemelos de 20 años, Santiago de 13 años e Isabel de 6 años, aun con la guerra entre Insurgentes y Realistas, la cual tenía apenas un año y medio que había estallado en Dolores, trayendo que la inseguridad aumentará..
Al llegar a Michoacán, encontró que en su morral con sus pocas pertenencias como fotografías viejas y arrugadas, su peluche de mapache llamado Anillado o su ropa, habían dos polizones, quienes ella pensó que se habían quedado en Guanajuato o incluso que se hubiesen ido con el equipo de cazafantasmas; Tiro y Pujó, dos muñecos en forma de diablillos que había conocido por Leo, quiénes tenían vida por las lágrimas de la llorona de Xochimilco.
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La leyenda del Cerro de Teresona
FanfictionHabían pasado semanas desde la última aventura de Leo y Nando San Juan en Veracruz, pero lo que nunca pensó es reencontrarse con un Tiro y Pujó demasiado asustados.