—"La cantidad de asaltos en estas propiedades privadas se han incrementado a lo largo de este mes y las autoridades empiezan a tomar medidas desesperadas para detener estos delitos..."
—Estan jodiendo todo —.dijo Wheein mientras escuchaba la radio del auto de Moonbyul —En serio, estos niños están llamando la atención, nunca nos han hecho un allanamiento.
La mirada de Moonbyul solo se enfocaba en el almacén de la esquina donde se encontraban los malnacidos que tocaron a Solar.
—"Desde robo a mano armada, hasta un posible trafico de drogas..."
—Estoy empezando a enojarme ¡Estos inútiles nos están jodiendo!
—Ya cállate Wheein.
El humo de su cigarrillo se esparció por todo el auto y Wheein sacudió su mano para alejarlo de ella. El sol estaba en todo su esplendor, y en parte ese detalle no dejaba a Moonbyul hacer lo que quería.
Era como una soga en el cuello de un Rottweiler enfurecido. Ella tenía un gusto por el trabajo nocturno e iba a alimentar esos gustos con esa pandilla de falsos.
—¿Cuándo procedemos? —.le preguntó Wheein.
Moonbyul tiró su último cigarrillo en la carretera y suspiró aún con la mirada fija en aquellos jóvenes que jugaban a los disfraces en una tienda. Se reían entre ellos colocándose ropa y sombreros raros.
—Ustedes continúen con el trabajo de Hwasa, yo me encargaré de esto. —dijo con un tono de voz oscuro.
—Está bien.
Wheein le subió a la radio solo haciéndole compañía; no tenía nada que hacer en toda la tarde y ver a Moonbyul analizar y planear lo que le haría a sus víctimas le resultaba relajante. Le daba libertad para pensar en su sexy jefa que pagaba una condena en prisión por ella.
Recordaba su cabello, sus sexys caderas, sus piernas, y sobre todo su deslumbrante forma de liderar. Su concentración estaba toda en ese trabajo, aunque afirmaba que de vez en cuando fantaseaba con ella más que cualquier cosa.
El teléfono de Moonbyul empezó a sonar desde la palanca de cambios y no le prestó nada de atención. Disimuladamente Wheein se fijó quien la llamaba y solo entonces se atrevió a hablarle.
—Es Solar —le dijo quitando la mirada enseguida.
Moonbyul movió su mano hacia la palanca y tomó su teléfono para contestar.
—Qué pasó —contestó.
—"Se dice: Hola mi amor" —escuchó Moonbyul con ese tono sensual que tanto le encendía. Continuó mirando hacia la ventana del local. —"Estaba pensando hacer aquella pasta que tanto te encanta, pero no encuentro la crema nata, entiendo que no existe en esta casa".
—Está bien.
—"¿Pasarás al supermercado?"
—Sí.
—"Bueno"
Solar colgó y Moonbyul guardó su teléfono en el bolsillo. Los muchachos salieron del local y entre risas y empujones se despidieron de dos que se dirigieron por un callejón y los otros tres, los cuales ya tenía fichados, empezaron a caminar cuadras abajo.
Esos tres eran inseparables, a comparación de los otros dos las facciones de estos tres se veían más juveniles, calculaba una edad entre diecisiete y diecinueve años, pero no importaba. Iban a conocer lo que era entrar de lleno en ese mundo.
Más que una lección del curso de criminales, era una dulce venganza.
Puso en marcha su auto, lentamente y a una distancia moderada los siguió durante media hora hasta un restaurante callejero. Se adentraron en una bodega saludando a un señor que les cerró la puerta con llave.