Swords

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Sus pasos seguían con lentitud, cada tienda y cada escaparate viéndolo, su caminata paro hasta la escuela, entrando todos los estudiantes lo veían con miedo sin llegar a verlo realmente.

Llegó a uno de los tantos salones viendo cada pupitre, buscando con sus ojos claros a cada alumno que yacia sentado, parado o platicando con otro compañero, al no encontrar lo que buscaba, fue al siguiente salón.

Al llegar busco y vio a cada niño, buscando una cabellera tan rubia como la suya, cuando vio el cuerpecito tan conocido se acercó y vio a los pares de ojos idénticos.

—Se te olvidó.

Dejo unos billetes en el pupitre de la chica que escribía con rapidez en su cuaderno, se vieron por minutos eternos hasta que la chica bajo la mirada y tomo los billetes.

—Gracias.

—Como sea, solo se responsable.

Acabando la oración sintió como casi se mordía la lengua por la hipocresía con que se lo decía a su hermana, ella lo miro un poco y siguió con sus apuntes.

—Ten lindo día Haru.

—Adios.

Se marchó del salón de su hermana y salió de la escuela, pensó en regresar y sentarse en su pupitre y prestar atención en sus clases, tal vez y podía regresar, todavía había tiempo.

Suspiro sin detenerse, mañana podría pedir los malditos apuntes y dárselos a su profesor, o que alguien hiciera su maldita tarea. Gruñó y disipó sus problemas académicos.

De todos modos tenía cosas más importantes que hacer, que aburrirse en unas patéticas clases, siguió su camino hasta un complejo de departamentos que conocía.

—Buenos días— alguien lo abrazo por los hombros.

—Sueltame.

El otro niño río a bajas carcajadas para verse a los ojos, vio como la mirada amarillenta de su contrario era burlona y tal vez asustadiza, aunque se desvanecía con las sonrisas que daba.

—¿Que te parece?

Le enseño su cuello ahí en esa larga curvatura del niño se veía un tatuaje, en líneas curvas y la piel roja, se notaba un poco hinchado pero no le tomo importancia.

—¿Que se supone que es?

—Un tigre.

—Me gusta.

El chico se rió, Sanzu vio con atención el tatuaje, verlo con más detenimiento vio que en efecto se asemejaba a un tigre, el rubio sonrió era genial.

Hablaron como todos los días, y tal vez así el Akashi podía sentirse menos pesado, había pasado ya ocho meses y Mikey seguía postrado a una cama. Asintió y río con Kazutora cómo niño, como lo que era.

Cuando la hora llego de recoger a su hermana se despidió del tatuado y camino hacia la escuela. Sus pensamientos siguieron el camino que todos los días lo llevaba. Mikey.

Había ido tantas veces al hospital con Shinichiro para poder verlo, y cada vez que lo veía su corazón se oprimía, a pesar que no se veía mal, un poco delgado tal vez, su rostro tranquilo y su respiración pacífica lo hacía odiarse cada día más.

Un maldito avión había sido capaz de arrabatarle la felicidad, como de unas sonrisas y bromas terminaron gritando por un Mikey inconsciente y un avión intacto.

Cada vez que veía a la familia Sano era una apuñalada, como siguiera viendo a un traidor, a un culpable, sus manos se acariciaron entre si reteniendo las ganas de lloriquear en la calle, suspiro y vio el edificio donde Senju saldría.

Crime[Drakey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora