Tics and Scratches

Capitulo 15

Notas del autor Og:
Mitsuki es una perra en este

(Consulte el final del capítulo para obtener más notas ).
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Bakugō pensó dócilmente para sí mismo que la semana había ido demasiado rápido mientras caminaba por la puerta de su casa, disfrutando solo del calor que invadía su cuerpo tembloroso. Aizawa le había dado una palmadita significativa mientras salía por las puertas de la UA ese mismo día, pero no había sido suficiente para calmar sus nervios. Era realmente lindo, cómo incluso uno de los hombres más pesimistas que conocía tenía fe en sus padres. Un marcado contraste con el siempre optimista, Kirishima, quien le había dado unas diez sonrisas acuosas antes de que se separaran. Los dos necesitaban juntarse y estar juntos en un buen término medio. No iba a terminar muerto, pero había aproximadamente un 0% de posibilidades de que dejara la conversación con solo una cita con el médico y abrazos.

Tan pronto como cruzó la puerta, pudo sentir cuán diferente era la atmósfera de lo habitual. A pesar de esto, de alguna manera logró sobrevivir la primera noche sin apenas palabras duras, pero estaba claro que la forma en que terminó su última visita había dejado un impacto duradero en los dos adultos. La anticipación de sentarse allí esperando que se abordara el tema era discutiblemente peor que la reprimenda que esperaba. Al final, el deseo de escapar de la situación incómoda lo había llevado a correr a su habitación lo antes posible en múltiples ocasiones. Estaba decepcionado de sí mismo por no solo morder la bala y decirles a sus padres lo que necesitaba. Una parte profunda de él estaba desesperada por abrir su teléfono y enviar un mensaje a Aizawa mostrando su victoria al obtener apoyo. Pero en cambio, había vuelto a sus viejas costumbres,

Fue un par de días después de que llegó por primera vez y se había olvidado casi por completo de la perspectiva desalentadora cuando su teléfono sonó con un mensaje. Solo un simple "¿estás bien?" de Kirishima casi lo tiró por el borde del que estaba colgando sus piernas. No quería admitirlo, pero se sentía tan estresado. Sabía de manera realista que podía llamar a Aizawa en cualquier momento y que el hombre estaría en su casa tan pronto como las palabras "No me siento seguro" salieran de la boca de Bakugō. Sin embargo, había un indicio de él que quería demostrar que estaba equivocado. Quería creer que sus padres lo amaban tal como dijo Aizawa y esta era la mejor manera de averiguarlo.

Originalmente había planeado darse unos días más para idear un plan decente, pero todo se fue por la borda cuando se arruinó esa misma noche. Estaba sentado en la entonces silenciosa mesa de la cena cuando se había distraído, olvidándose de la situación en la que se encontraba. Se había encontrado extrañamente disfrutando del tenso silencio que había envuelto su casa. Fue una gran mejora con respecto a los tiempos de unión familiar forzada a los que estaba acostumbrado. Pero eso no duró mucho, ya que las manos de Mitsuki lo devolvieron a la conciencia cuando se estrelló contra la mesa mientras se apresuraba a ponerse de pie y cruzar la única cosa que los separaba.

"¿Qué acabas de decirme, mocoso?" Ella gruñó, acelerando instantáneamente su ritmo cardíaco. Buscó desesperadamente en su memoria, tratando de recordar lo que había dicho. Su pregunta fue respondida rápidamente cuando su madre continuó. "¿Cómo te atreves a decirle a tu propia madre que vaya a morir? ¿Qué diablos te pasa Katsuki?" Oh, mierda. Debería haber estado prestando atención, pero su mente estaba atrapada en el plan que cuidadosamente estaba tratando de inventar. Atónito, giró la cabeza para mirar a Masaru, con la esperanza de tener a alguien que pudiera salvarlo de este error. Pero para su sorpresa y absoluto horror, el hombre tenía una expresión atronadora en su rostro. Realmente lo había jodido. Estupido estupido estupido.

"¡No fue mi intención! Lo prometo mamá, lo prometo. Por favor". Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras ella arrastraba su silla por el piso cuidadosamente pulido y se acercaba a él. Era difícil no notar la botella de vino que brillaba en su mano. En ese momento supo que había cruzado la línea pintada con precisión por el brillo asesino que brillaba en los ojos de la mujer alta. "No puedo evitarlo". Suplicó mientras ella se erguía frente a él. El pánico lo atravesaba como maremotos y no sabía por cuánto tiempo más sería capaz de tomar decisiones racionales. No creía haberse sentido nunca tan asustado, ni siquiera cuando estaba encerrado en un rincón lúgubre del escondite de la liga de villanos.