El invitado alza sus mangas desafiando a esa apariencia de niño bueno que emulaba, le da la señal a su antagónico compañero de liberarme la mano y el policía actúa con demasiada torpeza como si se tratase de un novato que está siendo molestado por alguien con más experiencia pero sus edades no cuadran. Ni lo disparejo de sus estaturas tampoco.
Para ponerse enfrente mío se tarda en encontrar la llave. Con sus ojos saltones oscuros y la nariz aguileña que exalta sus arrugas por sonreír tanto, cosa que hace al preciso momento de bloquear mi vista.
El sonido triunfante termina en lo rápido que duró salir la esposa de la barandilla. Está abierta y soy libre, e irónicamente mi realización también lo es pues sé que él detective me tiene de una cuerda por el cuello, invisible quizá , aún así atraviesa mi alma de terciopelo.El más alto le pide al hombre de las llaves serpenteantes que se retire, al cual empeñoso hace caso. Y el trancazo de la angosta puerta nos dejó en claro que ya estamos solos.
El detective que no hizo nada para mitigar esa desesperación por saber lo que pasa en mi cabeza, a mi lado izquierdo aplana el sillón con su figura placenteramente tallada realzada por su infausta postura.
- Lo de las esposas es justamente eso, el valor de asegurar un buen protocolo de seguridad. - Tajante en su palabrería insulsa, extiende sus piernas para mostrar impaciencia. - Nadie puede progresar, si no hay confianza, así que por favor se sincera conmigo. ¿Qué es lo que recuerda antes de venir a este lujoso hospital?
- Fragmentos, pero la verdad las luces del lugar y todo ese ambiente me revolvieron la cabeza. - Le explico sin desplazar mi atención de sus labios anchos.
- No te encontraron nada en el sistema para que resulte tu mente en esa calamidad, si no recuerdas tal vez necesites un médico especializado en esa área. - El cambio de formal fue impreciso y sorprendente, sin embargo se dio cuenta de su error, clavando sus dedos sobre el apretado pantalón de un pigmento manegeo y tela rasposa. - Por el momento necesito que busque allí en ese cerebro suyo, Esquivel.
Ahora él destilaba coraje, ni el tocar su cabeza rapada le sirve como escapatoria, por que conoce que la comodidad vendría en lo que yo le diera de información. La satisfacción inmediata de que está haciendo un avance, eso lo pondría feliz. Y sin darme cuenta, yo soy la que lo tengo sujetado, acechándolo desde que llegó a pisar esta habitación; el residuo de una pequeña sonrisa maliciosa circula por mi cara en contra de su recata impresión.
- Yo no lo hice. - Entrelace mis piernas estableciendo mis brazos como sostén de mi cabeza y minuciosamente le miro los ojos que tiene delineados como gato, conectándome con su hastío carácter. Él gruñó como si mi respuesta fuese la equivocada.
- Eso lo sabemos. Las horas no concuerdan, la víctima ya llevaba horas así antes de que llegarás. Y el tamaño de la persona que hizo las heridas... No tengo porque darte explicaciones, Jovencita.
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Comida para El Animal
ParanormalCosas que no deberían pasar en la gran ciudad, suceden a la sombra de esta, pasandose entre las estrellas que llenan los ojos de las personas, obsesionadas por lo increíble. No dejan cabida para que la morbosidad salga a flote y sea juzgada. Enyo Es...