Capítulo 8. 🎈

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Atascada en emociones con el rubor de mis mejillas mostrando mi éxtasis que irradio, repito lo último con enorme efervescencia.

Ni el sacro néctar que retoza en mi paladar sirve para poner mi mente en claridad; el verlo caminar a mi lado destacando sus vaporosos movimientos en el filo de la mejor parte o la incógnita de qué hace aquí adormece mi cara enrojecida.

Viene en un buen traje oscuro con una extraña camisa en la misma paleta bicolor del resto de los raros y lo acompaña la coleta pequeña que acomoda parte de sus cabellos pero no todos los que se deslindan por su andar.

La incomprensible idea del hambre que tengo y mi curiosidad como el agua y el aceite; Me daña cada vez que avanza más. Terminando con las rodillas ansiosas, señalando que no puedo ni mover el vaso que sostengo.

Continue paralizada, sin siquiera atreverme a seguirlo con la mirada.


Lo que pasa después se siente como algo crucial a pesar de la quietud de la zona, pues se está manifestando mi paranoia por algo presente que no logró ver. 

Él sólo pasó para alterarme más de lo que quisiera admitir, a este paso terminaré de nuevo en el suelo, empujada al extremo para perderme en la profunda oscuridad de la nada.

— Tu cuello ya no está tan rojo.  — Nayeli se interpuso en mi vista al borde una búsqueda pérdida.

Se debe haber dado cuenta.

Luego comprendí lo que dijo, tal vez él verlo… ¿Me curó? Escondí la sonrisa posando el vaso en mi mentón.

— Ni las gracias das. — Sesgo mi atención hacia ella y me señala el líquido. — Por la poción de tu mano.

— Ah, conque era eso.

Doy un último sorbo, aventando mi cuerpo contra la nubosa esponja del sillón para agradecerle en un tono más bajo que antes.

Con mi sonrisa sacudiendo su apático humor, cosa que no fue una buena idea.

Tensa su postura y escatima su propia respiración para decirme, repitiendo el volumen, la táctica suprema de privacidad : — Si vas a retirar ese abrigo de ti y las improvisadas vendas de tu mano, recuerda no quitarte el collar. No quiero un escándalo a estas horas. — Se insinúa como un sermón que en estos momentos no merezco.

 — No lo haré ni después que hayas traído a un cazador aquí—

Indignada me jala de allí, para ponernos en una esquina de espera, antes de uno de los muchos cuartos que hay aquí. Y un dolor de cabeza deriva de esa estirada innecesaria.

Ella emanando decepción, una irritable decepción desata tales palabras: — Acaso, ¿has reconocido a alguien de estas personas?

Nayeli no despeja su vista de mí con la redondez de sus ojos, entre la miel de lo marrón y las largas pestañas que le suavizan su fuerte carácter. 

Es cuando mejor yo contemplo lo poco que se percibe de los alrededores. Como las amorfas expresiones sobre sus rostros, que batidas están… Pláticando lamentos y anécdotas diversas pero entre tantos, Micah sobresale.

Lo peor de todo es que nuestro silencioso debate se había apropiado de su atención, el cual él suponía estar inmerso en una conversación lejana. 

《 ¿Pero por qué voltea? 》

Después de un minucioso silencio con la vergüenza creciente, le niego tal cuestión. Ella no me cree, cómo la velocidad de su respiración me lo acierta.

Comida para El AnimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora