11. 🎈 "la noche sin luna"

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La salpicada que viene de nuestras pisadas habla enfatizando que ya no estamos en el edificio. De pronto en la lejanía se distingue una luz roja inflamarse contra el entorno a un impreciso final disputando el anonimato del que me llevó hasta allí.

Así mismo se pone en duda y aprovecho tal cuestión para demandar que me liberé.

Eso hace.

Atrofiado en disgusto, no se quiere acercar a mí aún así lo prueba, y

Desconcertante es verlo en prendas holgadas casi por romperse por sí solas pero son parecidas a las de mi visión, en específico a las del raro sujeto de pocos y largos cabellos, ese que me cerró la puerta que no podría ser real.

- ¿Devin? - Intrigada, y cargada de confusión no tardé en acercarme junto a una extrañada sonrisa como decorado.

Al escucharme hablar, de un segundo a otro, por lo que puedo ver cambió su escasa expresión a que sus ojos por él digan al unísono miles de cosas ; quería llorar y esa línea le faltaba romper un poco como la distancia entre nosotros que decrecía a su melancólico jadeo.

-Devin, ¿dónde estab-

Me sostiene de las manos mientras mis oídos ya ven como algo habitual ese desborde de lágrimas, 《 ¿era él el que lloraba? 》 E intenta decir pero distorsiona el lenguaje del que es practicante tal así cómo si no pudiera crear algo en concreto.

Nervioso, termina dándome una respuesta que no desearía haber pedido. Así él me suelta las manos, girándome la cabeza para encontrarla.

Estamos rodeados de un camino de piedras, animales maullando que se revuelven con la maleza de los escasos árboles y la fuerte brisca del mar rondando detrás, como sí estuviéramos a la orilla de un acantilado, pero en Angelópolis no hay mar, ¿así que demonios es este lugar?

Prestando más atención es cuando los tristes ecos entre la oscuridad satinada sobresalen, no son propios ni de un animal, más que nada personas más allá de no tener cuerpo, junto a esa frialdad devastación que nos cubre por completo, busque auxilio; pegando la espalda a él.

- En, perdón. Perdón por llevarte a ese lugar.

Peleando contra las rocas, se qué el gran cuerpo de agua comenzaba a cantar cuando él sorpresivamente abrió su boca para profesar una clara disculpa.

- Ese día, yo no debí haberte llevado allí, no sabría que él necesitaba a una de tu clase así de tanto. No sabía lo que eras y aun así te puse en su rango, a sus pies, Enyo. Perdoname.

Le regresé la mirada que sus ojos temerosos me obsequian; se me hiela la sangre al verlo así y procedo a ocultar mi herida que intacta ya está. Confiada en su torso, me deslizo para otorgarle un abrazo, uno que quería darle en el momento que el mundo me lo trajo devuelta.

Comida para El AnimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora