3. 🎈 tocada por el fuego

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El mismo instante en el que yo iba en ese transporte, el cual en un abrir de ojos se convirtió en la mezcla de focos intermitentes y gritos abrumadores

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El mismo instante en el que yo iba en ese transporte, el cual en un abrir de ojos se convirtió en la mezcla de focos intermitentes y gritos abrumadores. En ese eterno parpadeo, mi memoria se fue apagando tal el aleteo de sus enormes alas inundando mi vista.

Su etérea apariencia magistralmente se compadecía del contraste a dicho espectáculo, eso me mostró que la esperanza puede manifestarse tan vívida como el milagro más grande y la maldición más aterradora. Aún así deseo con ansías que vuelva a aparecer para salvarme de este inmundo lugar en la tierra.

 

Pero no va pasar por más que me inque y rezé. 

Y la luz se abre camino hacia mí, arañándome cada parte de mi vista que intento ocultar, cerrando los ojos. 《 ¿He muerto? 》 Susurro con el mismo volumen que el castaño de medianos cabellos lee pasmado para sí mismo por lo que puedo averiguar, haciéndose más claro al detener su mandíbula contra el notorio viento, reposado a mi lado con la cabeza sobre su ancho brazo y tapado en su abrigo trench.

Todo es tan bizarro como si apenas estuviera tomando forma, las bruscas pinceladas sobre la realidad sin terminar haciéndose a la marcha. Abro más mi mirada, para poder dejar de vacilar pero no se puede, pues estoy más dormida que despierta. Y por lo blanco del gran cuarto, aturdida estoy más de lo que desearía admitir.

Para que con ardua constancia pase por mi mente, lo que me dijo al oído, el susurro que nubló mi cabeza e hizo que cayera; me reconoció, quizá. Significa que tal vez yo esté en su cabeza ahora mismo, pero ¿qué es?, entidades así no pueden caminar entre los vivos así como así, si no yo levitaría sin ayuda de una estúpida escoba. 

Peor, si busca venganza; significa que hermana y yo no estamos a salvo.

Aun así su mero rostro sigue amortiguando mi temor, quedándome sólo con las migajas de su hermosa presencia. Ese hombre joven de guantes negros, él que me roba los pensamientos, áquel sin nombre ya no estaba enfrente de mí como mi apetito intranquilo, ¿cómo es eso posible? 

— Estás despierta, Enyo. — Me habló en voz alta, tan firme como sus hombros y esa barba picuda bien cortada. — Gracias a Dios. — Siguió en esa línea, empapado de una apasionada inquietud, soltando su agradecimiento a su creador al estar enfrente mío.

— ¿P-p- por qué estoy aquí? — Adormilada le dirijo la palabra. — No, es mejor que me digas, ¿por qué estás aquí, Julian? 

Cuestiono al apretar levemente mis dientes puesto que lucho por mantenerme despierta. Pensativo, redirige su cara al televisor esquinado como si lo que digo no tuviera peso alguno.

Mientras atesoro esa lentitud para dejarme ver como esas vacaciones de ensueño hicieron de las suyas sobre su bello rostro, el bronceado que remarca su tono llenándolo de vida.

— En realidad, vine antes por asuntos familiares. Mucho antes de lo que te pasó y no pude evitar venir a visitarte. — Me musita al acomodarse en ese esponjoso sillón crema y un mechón suyo se balancea hacia adelante, cubriendo el marco de su cara de esa angustia escondida entre sus pobladas cejas oscuras. 

Comida para El AnimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora