7. Capítulo 6.

640 119 907
                                    

Hi~ Como les dije, estos capítulos pueden relajarse porque son muy dulces, domésticos, bonitos y lo que quieran, miren que si bien, recién se mudaron juntos como que la convivencia no les cuesta para nada. Aunque, acá de a poco Ash se empieza a volver consciente de sus sentimientos, nos vamos con todo.

Mil gracias por tanto.

Mil gracias por tanto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ash. —Eiji baja el control remoto hacia su vientre, están sentados en el sofá con una manta encima porque hace un frío insufrible y aunque el señor muy rudo que usa suéteres y no necesita calefacción le insistió que no era necesario comprarla acá está, totalmente acurrucado y contento flotando entre las hebras del polar—. ¿Puedes dejar de hacer eso?

—¿Qué cosa? —Finge inocencia—. No estoy haciendo nada. —Su aliento pende en una niebla gélida.

—Me estás pateando por debajo de las sábanas.

—No. —Tararea—. No estoy haciendo eso.

—Alto. —Eiji agarra su tobillo soltando el control remoto—. ¿Acaso estás usando zapatos dentro de la casa? Porque siento algo raro.

—No. —Desvía la mirada—. No estoy haciendo eso. —El nipón entrecierra sus ojos dando a entender sus sospechas aun frescas—. Y me siento profundamente herido de que no confíes en mí.

—Oh. —De pronto, su actitud cambia—. No quise manifestar eso, lo lamento.

—No pasa nada.

Ash se estira para recoger el control remoto en señal de paz, si realmente quisiera ver algo recurriría a la tablet o a su ordenador, de hecho, son escasas las ocasiones en dónde se sienta a ver la televisión y menos si esta parece a punto de desmoronarse no obstante Eiji estaba interesado en ver programas más americanos (racista por cierto) ¿cómo negarle algo a esos brillantes ojos de Bambi? Es imposible hacerlo y una cosa llevó a la otra, por eso acabaron acurrucados bajo la manta viendo shows que las señoras ven en los canales domésticos sobre decoración y cocina, ugh, lo extraño es que no le aburre.

No todavía.

De cualquier manera, se inclina para alcanzar con los dedos el control que se ha caído sobre el tapete pero al hacerlo tan brusco acaba tirando la frazada y arrojándola al piso.

—¡Ash! —Eiji apunta acusatoriamente su crimen y de repente, se siente como Hester Prynne—. ¡Son zapatos sobre el sillón! Lo sabía.

—No son zapatos sobre el sillón. —Lo corrige—. Son converse. —Las que ahora son su letra escarlata.

—Son lo mismo.

—Dices que son lo mismo ya que nunca has tenido unas de estas. —Alardea sabiendo que ha ganado la pelea.

—Quizás. —No obstante, no contó con la osadía del japonés quién lo empuja contra el brazo del sofá para tirársele encima dejándolo paralizado—. Pero no dejaré que las uses, no dentro de nuestra casa al menos.

Dandelions [Agosto de MPreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora