Capitulo 8: Sonrojos de conejos y sonrojos de serpientes.

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N.a:

Acabo de publicar directamente este capitulo desde AO3. Por eso no tiene los guiones (me dio pereza colocarlos), sin embargo, ¡Disfrútenlo!

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"¿Estamos casados?"

Regulus se atragantó con el jugo que estaba bebiendo en cuanto escuchó esas palabras salir de la boca de Hermione, misma que lo miró con una expresión interrogante. Sus mejillas pálidas se ruborizaron y su corazón comenzó a palpitar tan rápido que pensó que todos lo podrían escuchar.

"No- ¿Qué? ¿Cómo-?" balbuceó, sin poder formar una oración clara.

"Sé de que se trata la unión. O al menos tengo mis teorías después de investigar en muchos libros de la sección prohibida en la biblioteca." Hermione explicó. Y... oye, Regulus, ¿Estás bien?"

El rostro de Regulus estaba cada vez más rojo, al igual que sus orejas. Tenía una expresión indescifrable en la cara y parecía como si quisiera desaparecer en cualquier momento. Hermione se inclinó hacia el, al punto en que el rostro de ambos estaba demasiado cerca del uno del otro. El aroma a jazmines de la chica llenó la nariz de Regulus, aturdiéndolo.

"S-si." Tartamudeó con un sonido estrangulado en su garganta. Demasiado cerca. Demasiado cerca. Demasiado cerca. La mente de Regulus transmitía aquellas palabras como un mantra mientras miraba los ojos de la niña y trataba de no pensar en cómo se sentiría besar sus labios. Era demasiado pronto para eso. Demasiado rápido. Demasiado todo.

"¿Estás seguro de que estás bien?" Escuchó a la niña preguntarle nuevamente.

"Sí, estoy perfectamente bien."

Si Hermione tenía dudas, entonces eso era obvio. Su rostro y la manera en que sus ojos brillaban dejaban al descubierto toda su preocupación. Merlín, ella es tan dulce. Regulus hizo todo lo posible para no dejar más al descubierto sus pensamientos y sentimientos. Ya era malo haber sonrojado, sería peor aun que todos supieran lo que estaba sucediendo. El gran comedor no estaba lleno al ser demasiado temprano, pero él no quería arriesgarse.

"Aunque estas un poco más nervioso que de costumbre".

"No estoy nervioso." Regulus se erizó. "Y nunca estoy nervioso".

"Pero lo estás". Hermione aseguró con el ceño ligeramente fruncido. "Te sudan un poco las manos y tus orejas se ponen un poco rojas, tu voz cambia también. Se hace un poco más suave y tus movimientos son un poquito rígidos, pero casi nadie lo nota a menos que te observen bien. De la misma forma en que yo lo hago."

Por supuesto que lo hacía. Regulus lo sabía. Hermione no era tan sutil como parecía pensar cada vez que lo miraba. Normalmente a Regulus no le gustaba que lo observaran demasiado, pero lo dejaba pasar cuando se trataba de Hermione. Le gustaba que ella lo mirara incluso si eso le provocaba esas extrañas emociones que revolucionaban todo en su interior, especialmente su corazón.

"Te ves más bonita de cerca". Las palabras escaparon de su boca antes de que pudiera pensarlas y Regulus se maldijo internamente cuando se dio cuenta de lo que dijo.

Pasó un segundo, luego dos y tres.

Hermione parpadeó rápidamente, atónita. Sus mejillas enrojeciendo mientras dejaba escapar un sonido ahogado y retrocedía como si estar cerca de Regulus la quemara. "¿Q-qué?" Su voz parecía casi un chillido.

Regulus sonrojó un poco demasiado para su propio gusto, pero la sonrisa fue algo que no pudo detener.

"Yo... ¿Qué?"

Ella estaba sorprendida. Que linda era.

Después de unos segundos que parecieron demasiado largos para ambos niños, Hermione frunció ligeramente el ceño y lo fulminó con la mirada como si Regulus hubiera dicho la peor de las blasfemias. "No bromees sobre esas cosas, Regulus. No es gracioso".

Regulus escuchó a Hermione murmurar cosas sobre las mentiras y como no eran graciosas ese tipo de bromas que él se atrevió a hablar nuevamente, a pesar de lo tímido que se sintió en esos momentos. "No estaba bromeando." Murmuró.

Hermione se detuvo por unos segundos.

"No estaba bromeando." Repitió Regulus, lentamente. "En realidad creo que eres bonita, Hermione".

La cara de Hermione se sonrojó todavía más mientras tartamudeaba cosas sin sentido y Regulus trató de no reírse de ella, mientras una sensación de satisfacción lo llenaba al darse cuenta de que él podía provocar a Hermione las mismas cosas que ella provocaba en él.

Fue divertido.

Ninguno de ellos se dio cuenta de como algunas personas los observaban a medida que el gran comedor se iba llenando.

El conejo de la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora