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Gigi se acurrucó en el montón de paja y agachó las orejas en cuanto vió a Dream cruzar por la puerta sin mirar atrás. Era la primera vez que sentía esa extraña presión en el pecho al recordar lo cálidos que eran sus brazos y sus manos acariciando sus orejas. Realmente creyó que lo llevaría consigo, pero se había equivocado... otra vez.

Se dejó caer en su pequeña cama e ignoró los gruñidos de su estómago rogando por comida, porque aunque tuviera hambre no estaba dispuesto a comer aquellas croquetas para gato que sabían a basura deshidratada.

Ya no recordaba cuánto tiempo llevaba en el centro de adopción, y podría decirse que estaba acostumbrado a la rutina. Era normal que cada cierto tiempo llegara una persona interesada en adoptar un gato y luego de verlos a todos, se llevara al recién nacido o al de pelaje blanco.

Él era un gato muy ingenuo y no entendía por qué un humano prefería a un gato blanco que a uno negro. Sólo eran colores, después de todo. Además, ¿los humanos no decían que el negro combinaba con todo? Cuánta hipocresía.

Por un momento creyó que Dream era diferente a los demás humanos. La dulzura y el cariño con el que lo trató lo hizo pensar que él lo adoptaría sin importar el color de su pelaje.

Pero se fue, lo dejó sólo como todos los demás humanos tontos.

Y él, como el animal tonto que era, decidió mirar con atención la puerta principal con la esperanza de que mágicamente, Dream entrara y lo llevara a su casa. Mágicamente, porque Gigi sabía por experiencia propia que todo el que salía por esa puerta nunca volvía y Dream, por muy lindo y dulce que fuera, no era la excepción.

O al menos eso era lo que él pensaba y lo comprobó después de estar horas echado en su cama mirando la puerta.

Sin embargo, no se daría por vencido. Estaba seguro de que ese chico tenía que ser su dueño, no estaba dispuesto a aceptar a nadie que no fuera él y decidió que si Dream no iba por él, él iría por Dream.

Se puso en dos patas y atravesó las patas por la puerta de la jaula para abrir la cerradura. Después de varios intentos, logró abrirla.

Saltó e ignoró los ladridos y maullidos de los animales que lo rodeaban, los observó escasos segundos y se dirigió a la puerta moviendo su cola pomposa, restregándoles que él podía ser libre y ellos no.

Pero cuando intentó empujar la puerta para salir, lo único que logró fue estrellarse contra el vidrio. Por un momento, olvidó que los empleados cerraban con llave antes de irse del local.

Maulló alto por no haberse dado cuenta antes de ese detalle. Los animales detrás de él estaban riéndose a todo pulmón, no sabía que hacer, hasta que se fue a la oficina del jefe, esperando que hubiera una ventana o algo así. Al entrar pudo ver de reojo un escritorio, un armario y un estante lleno de papeles. Casi chilla de emoción cuando sus ojos captaron la salida perfecta: una pequeña ventana que conectaba a la calle.

Buscó donde treparse para poder llegar ahí, siendo su única opción el escritorio. Subió con facilidad para luego dar un salto y llegar al marco de la ventana. Se asomó un poco, logró ver un basurero al otro extremo.

Estiró sus patas, tomó impulso y de un salto cayó hundido en una bolsa de basura. Bajó de ahí y caminó por la avenida, rogándole al cielo que a su pelaje no se le hubiera pegado el mal olor. Si iba a reencontrarse con Dream necesitaba oler como un animal decente. No sabía mucho de humanos pero sabía que a ellos no les gustaban las cosas apestosas.

Sacudió su cuerpo como si de esa manera se quitara toda la suciedad de encima y alzó su nariz buscando percibir mejor los olores que habían a su alrededor, hasta que dió con el aroma tan característico de Dream a unas cuadras de ahí. No tardaría en llegar y con esa idea en mente, comenzó a caminar con destino a donde su olfato le indicaba.

Ya podía sentir los cálidos brazos del chico rodeándolo una vez más.

Sus fantasías fueron interrumpidas por una gota que cayó en su nariz, seguida de otra y otra más, sobresaltándolo. Miró al cielo con enojo; estaba lloviendo.

Corrió tan rápido como sus patas se lo permitieron. Odiaba el agua, le daba mucho frío sentirse mojado y en ocasiones lo inquietaba.

Sólo esperaba que a Dream no le importara acogerlo en esas condiciones, escurriendo agua y oliendo a basura.

.  .  .

El rubio entró a su habitación y sin pensarlo dos veces, se echó en el sillón. Tomó un cojín y lo usó de almohada, quedándose dormido en cuestión de segundos.

Algunas horas después, despertó por el ruido de unos rasguños en su ventana. Se reincorporó tontamente y giró la cabeza para ver el origen del ruido.

Afuera estaba el gato empapado, temblando y con las orejas gachas mientras sus patas arañaban el vidrio de la ventana. Dream se levantó de un salto y salió disparado a abrirle a Gigi, quien al entrar se restregó del pantalón del humano para secarse.

─¿Cómo llegaste aquí? ─preguntó más para sí mismo que para el minino que seguía frotándose de la tela con prisa.

Dream no quiso cuestionar más. Ahora tenía en mente darle un baño caliente para quitarle el frío y el mal olor de encima.

Lo llevó consigo al baño de su habitación, le puso el tapón al lavamanos y abrió el grifo. Gigi, al ser consciente de la ducha que recibiría, empezó a patalear para que Dream lo soltara.

-Es solo un baño, no tiene nada de malo. Además, apestas ─rió, causando que el gato lo mirara a la mala gana, resignándose a ser cargado y metido al lavamanos.

Dream se limitó a bañarlo con poco jabón y el gato recordó que en el centro también lo hacían, solo que dos o tres veces al año y con bastante brusquedad.

Pero la manera en la que el castaño lo limpiaba con sutileza o como procuraba que no le cayera agua en los ojos, le daba a entender que era diferente. No había maldad en su tacto que le hiciera pensar lo contrario.

Dream terminó de bañarlo y lo envolvió en una toalla que había tomado de camino al baño.

─Parece que eres friolento ─dijo en susurros al ver que el gato no dejaba de temblar aún estando envuelto en la tela─. Quédate aquí, iré a buscar un secador ─dejó a Gigi sobre la cama, rodeado de sábanas gruesas y acolchadas.

Y apenas quiso salir de la habitación para ir a buscarlo, el gato bajó de la cama, ubicándose frente a él. Dream frunció el ceño.

─¿No quieres que me vaya? ─ Gigi lo miró fijamente. El castaño sonrió─ Está bien, vamos a dormir ─lo tomó en brazos y se acostó con él en la cama.

Gigi dejó salir el aire que retenían sus pulmones mientras se dejaba hacer por los suaves mimos que le daba Dream en las orejas. No tenía sueño, ni siquiera un poco, pero estar así, cubierto de sábanas y al lado de un humano que parecía quererlo, lo hacía cerrar los ojos de a poco hasta quedarse dormido.

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YOU CAN STAY ( DNF )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora